sábado, 13 de diciembre de 2008

Lo que me dicen los rostros sobre la Navidad

No sé bien qué quiero compartir, pues la amenaza por la crisis fiscal en el país, me hace recordar lo que me decía un amigo; que debemos estar alerta a todo aquello que nos invite a acomodarnos y querer levantar tres chozas. Que hay que estar abiertos a los cambios que nos recuerdan quién es al autor de esta obra. Y me he planteado de todo, ¿qué pasará en el mundo? ¿Qué pasará en el país? ¿Qué pasará en los Centros? Será razonable pedir con toda nuestra fe que recibamos el dinero que nos deben, que se resuelva nuestra situación, cuando hay tantas situaciones asfixiando a nuestros hermanos alrededor del planeta.

En estos días leía la lectura del evangelio que decía venid a mi todos los que estén cansados y abatidos que yo aliviaré sus cargas”. Sentía esa voz como la voz de nuestra misión, la razón de ser por la que de alguna manera Dios, el universo y tantas buenas personas han ayudado a que sigamos. Me centraba en la razón de ser para la que existimos y los propósitos por los que pedimos poder seguir.

Y recordaba que el otro día íbamos un grupo a Ponce a una reunión y pasamos dos horas de ida, dos de vuelta y una de almuerzo, hablando sobre las diversas situaciones de los participantes. Situaciones de abuso, maltrato, pobreza, abandono. Situaciones de violencia, drogas, calle. Los temas iban de uno a otro con una rapidez como si nos fuese urgente dialogar las situaciones y construir respuestas para estas vidas que no sabemos hasta cuando estarán entre nosotros.

Esta semana me llamó una Intercesora, tarde en la noche, para notificarme que en ese momento un participante estaba siendo agredido por su papá y el joven logró llamar para que lo fueran a ayudar. A esa hora se movilizó una de nuestras trabajadoras sociales, quien junto a la Intercesora acompañaron al joven a manejar su situación hasta que lo dejaron estable. Por esas cosas de la vida, o mejor dicho de Dios, apareció uno de los Policías que participo de nuestro programa Koban, quien estaba de servicio en el barrio y manejó la intervención a la luz de nuestros valores. Hace dos semanas, otro joven completó su proceso de detox gracias a Iniciativa Comunitaria, luego de mucho tiempo en la calle usando de to’ y al reincorporarse al Centro abiertamente ha iniciado un programa no formal desde lo que él llama adicto en rehabilitación, dónde comparte con otros jóvenes sobre toda la basura de la drogas.

La semana pasada ayudamos a una madre que vino al Centro a buscar alimentos para sus hijos, pues no tenía nada en la alacena. Ayudamos a otro joven que no tiene padres y sus demás familiares lo querían sacar de un cuartito donde vive solo hace años, y tuvimos que realizar una intervención para que no quedara en la calle. Uno de los participantes me compartía esta semana cómo se esta levantando gracias el Centro luego de una vida ante la situación de su madre adicta y un padre que lo ha golpeado desde pequeño y por lo que empezó a fumar pasto a temprana edad. Otro día hubo que salir a la carrera a asistir a una participante adulta que se quedó paralizada en su vehículo en medio de una avenida ante una crisis emocional y una Intercesora la fue a buscar, guió su vehículo y la trajo al Centro para que recibiese consejería. En verdad, no hemos tenido tiempo para la pantera que anda suelta por Caimito. Nuestros días no alcanzan para la revitalización de tantas almas que buscan esperanza y alternativas. No ante esta crisis de ahora, si no ante las muchas crisis que son parte de sus historias de vida y que es nuestro llamado atender.

Entonces comienzo a entender esta protesta silenciosa de mi corazón que vibra con la incansable pasión de Sister Isolina que veía la necesidad de su pueblo y no paraba de abrir oportunidades para promover la plenitud entre aquellos de los que más fácilmente nos olvidamos.

Y obligatoriamente viene a mi mente la pregunta: ¿qué me dice el adviento? ¿Qué descifro en mi preparación para la navidad en medio de estos acontecimientos mundiales que a todos nos hacen sentir desasosiego? Y miro la sencilla, pero espectacular decoración que pusieron nuestros participantes en el Centro y veo los signos. Y recuerdo el esmero que pusieron en poner el Centro bonito. Y logro ver en la luz de los rostros de mi gente y ante la crisis económica y moral que estamos viviendo, la razón por la que se dio la navidad. Y entiendo mejor para qué me estoy preparando en estos días. Cuál es el verdadero jolgorio que quiero celebrar y cuál es mi lugar en el misterioso nacimiento del Cristo, quien una vez más nos confirma que vino para crear un nuevo reinado donde todos tuviesen espacio. Que vino para que naciéramos a una nueva conciencia sobre el respeto a la dignidad de toda persona y lo que significa ese respeto en términos de oportunidades. Que vino a proponer libertad de espíritu, a proponer relaciones de hermandad, de igualdad donde pudiésemos convivir y realizarnos en esta gran casa que es la humanidad. No empezó por lo material y ahí esta nuestro enredo en medio de una era materialista. La propuesta del niño empezó proponiendo un cambio del corazón, un cambio en la manera como vemos al otro, cómo realizar que todos somos hermanos. Por eso reunió reyes, pastores y burros a la luz de las estrellas en un humilde rancho.

Adviento me propone que siga liberando mi corazón de los apegos, de los egos, rencores, heridas del pasado, zonas cómodas, ansias de poder y gloria. Adviento me propone que siga sanando mi historia para que ayude a otros a sanar la suya. Que siga abriendo espacio en mi mente y corazón para que, al igual que Sister Isolina, me convierta en sierva de todos aquellos que esperan conocer el amor y la esperanza. Y que logre expandir mis fronteras para que todos cuantos no tengan una casa, un bocado de comida, un trabajo digno, una buena salud mental y física, una educación, y una comunidad de vida puedan encontrarla o por lo menos creer que sí es posible aspirarla. Afirmo que si para que más personas puedan alcanzar ese reino al que tienen derecho toca morir a esta manera en que nos hemos organizado social, moral y económicamente, pues heme aquí Señor, aquí estoy y que se haga tu voluntad. Y ojalá que el miedo no me paralice y que nunca deje de creer que el amor es la única respuesta.

Lourdes M. Ortiz
Dic 2008

miércoles, 26 de noviembre de 2008

Por si nos preguntamos que celebramos en Navidad....


Cuando el mundo empieza navidad nosotros empezamos adviento. Decidimos detenernos para cuestionar la vorágine que se nos viene encima y nos llena la mente de polvo y la casa de cosas que no nos dejan respirar el oxigeno fresco que nos ofrece este tiempo. Decidimos detenernos para que antes de que nos veamos en la carrera del consumo podamos filtrar nuestros anhelos de lo que aspiramos a vivir.

Hacemos un alto para revisar que nos plantea la navidad. Porqué y para qué se dio aquella primera navidad que nos preparamos a recordar y celebrar. Revisamos como vamos caminando en la construcción de ese Reino por el cual nació el salvador. No nos quedamos en el pesebre sino que miramos el futuro. El pesebre nos lanza a la segunda venida del Cristo, a lo que está por trabajarse para enfocar nuestro espíritu hacia ese anhelo de la vivencia del reino por el cual nació el niño Dios.

Cristo nació para liberarnos, para demostrarnos otra posibilidad de vida donde el amor sea una realidad. Nos trajo con su nacimiento, muerte y resurrección una nueva propuesta de vida, una revolución contra los esquemas que han desviado a la persona de su realización. Vino a demostrar de que se trata la existencia, vino para dejarnos una vía a seguir.

Los judíos esperaban a un salvador con las condiciones de los reyes de aquella época. Sin embargo la historia nos dice que Jesús escogió otra manera de nacer e hizo otras elecciones en sus relaciones para mostrarnos la verdad sobre lo que somos. Este es el misterio de la venida del salvador: mostrar a la persona un camino de liberación, para que cada individuo encuentre su realización mediante la vivencia del amor.

Dios es amor, es relación. La relación es donde podemos encontrar la máxima expresión del amor. Padre-Hijo-Espíritu Santo. ”Que todos sean uno como tu y yo somos uno” Dios nos crea a su imagen y semejanza para que vivamos en relación, para que amemos. Con la venida de Jesús, Dios se hace hombre para demostrarnos como se vive el amor mediante las relaciones. Nos mostró que la ley de amor es más grande que los preceptos. Por eso escoge nacer en un pesebre en medio de condiciones políticas difíciles, por eso se relacionó con leprosos, prostitutas, marginados, cuestionó la falsedad del culto y propuso la vida en comunidad para poder compartirlo todo, empezando por el ser. Por eso invito a otros a ser parte de su vida pública en un camino lleno de imperfecciones pero en relación. Escogió actos sensibles para mostrar la ternura y actos radicales para denunciar la hipocresía. Abrió su corazón a todos. Esto y mucho más se nos muestra con lo que celebramos en navidad.

Pero creo que no es para quedarnos en reflexión sino para relanzarnos a la acción. Para ello, primero hay que revisar el corazón y las convicciones que nos mueven para así poder decidir cual es nuestra opción, que camino vamos a seguir, a que propuesta vamos a responder. El Reino se da entre nosotros cuando vencemos sobre los esquemas de la calle... Cuando no respondo a la violencia con más violencia, entonces está Reinando Dios en esa situación... cuando doy generosamente, Dios Reina sobre el egoísmo... cuando digo la verdad y actuó honestamente, Dios reina sobre la mentira... El Reino se vuelve realidad con decisiones de cada uno/a de nosotros/as... Somos quienes adelantan o atrasan el final que Dios sueña.

Luego tendríamos que mirar el proyecto social comunitario, hacia donde vamos, que buscamos y como lo buscamos. De que forma vamos a responder a las propuestas actuales del materialismo e individualismo que tenemos instaladas como formas de vida y que guían el sistema que nos rige. Pero sobre todo, como vamos a responder en relación, cómo vamos a construir con y desde el otro, cómo vamos a transformar nuestro pesebre interior en un lugar para que la humanidad habite y encuentre posada, en lugar para que se puedan gestar las nuevas iniciativas regenerativas del planeta desde la vida, verdad y amor que Jesús nos comunica cada navidad.

Mis mayores ansias de que este tiempo de revisión nos regale una navidad en la que nuestros corazones renazcan a la ternura y radicalidad que vivió Jesús. Y que sea llena de alegría…

(Gracias, Emma, P. Feliciano, Bamby, P. Domingo, Carmen y Rafy por ayudarme ver)



Lourdes Ortiz
Nov 2008

martes, 11 de noviembre de 2008

El Vaticano y el Ponchador

Les comparto este titular, pues creo que nos plantea una reflexión. La acción del Vaticano de empezar un plan para rescatar la política de méritos, yo diría de ética en el trabajo. “El Vaticano le establece tarjeta de ponchar a su personal” lee la noticia. Esto ante los retrasos o tradanzas del personal a sus funciones. No me sorprende, pero no dejo de cuestionarme cómo vemos a todos los niveles el derrumbe de los valores relacionados con la honestidad y moral.

Acá en Puerto Rico, le llamamos “hora puertorriqueña” a aquella que hemos establecido para llegar tarde o empezar los eventos fuera de la hora planificada. Alrededor de eso toda una cultura de la tardanza y justificaciones reactivas que van desde los tapones hasta el “pamper” del bebé. La cosa es que pareciese que tenemos un reloj biológico, que nos lleva a la impuntualidad como norma de operación en los trabajos y en la vida.

En la Comunidad de Aprendizaje del Centro, hemos confrontado en infinidad de ocasiones este esquema de mediocridad que ni siquiera toma en cuenta a los que sí cumplen. En ese confrontar, hemos visto cambios sin necesidad de ponchador, aunque a veces hay quien en la desesperación propone que hay que poner un ponchador para que la gente cumpla... A lo cual yo me he negado y me negaré. En principio, pues creo que cada persona fue dotada con la posibilidad de guiar su vida y su destino. De decidir cómo manejar cada aspecto de su vida, incluyendo el tiempo. También creo que en los centros universitarios se debe formar a la persona para asumir su destino y ser agente de cambio en la sociedad. Por lo tanto, una cosa tan básica como seguir un horario, “debería” ser parte de lo adquirido en esta formación. Pero bueno, cuantos cuentos escucho de profes que llegan tarde, o no llegan y ni siquiera se excusan.

Lo curioso es que en el Centro hemos descubierto que la confrontación se convierte en una especie de ponchador, pues si no se usa continuamente, las tardanzas se reanudan. Es como la mala “yerba”, que por más que tratamos, no la logramos erradicar. Recuerdo que en una reunión, pasada la hora de comenzar y en medio de la confrontación, me cuentan que entró una persona de la comunidad paseándose por el salón de reuniones de lo más feliz. No me sorprendió cuando lo supe, pues así mismo los legisladores llegan tarde al capitolio cuando ya todo ha empezado, se pasean y se saludan como si no estuviese ocurriendo nada. Así mismo, llegamos tarde los feligreses a la misa, los médicos a ver sus pacientes que llevan horas esperándolos, y ya ven, hasta los que trabajan con del Papa llegan tarde y hay que ponerles ponchador para rescatar ese mérito…

Les cuento, que también he pensado en los mensajes hermosos que recibo, donde se nos invita a no dejar para mañana el expresar el amor a la gente que decimos valorar. Hasta para eso vivimos a destiempo. Hasta eso nos lo tienen que recordar de mil formas, pues si no, se nos olvida o lo decimos cuando ya la persona no está, o simplemente ni aún después de muerto se lo decimos. ¿Que problema con los tiempos y destiempos, no? Lo peor es que esto se trasfiere a las responsabilidades del trabajo, la familia y la vida. Pagamos las cuentas tarde, olvidamos los compromisos del trabajo, dejamos para después el juego con nuestros hijos (as), andamos tarde con los estudios, asuntos de salud, etc.

Nada, que sólo lo comparto para aquellos que no nos conformamos con esos paradigmas que nos rondan y a veces se nos instalan. Aquellos que velamos nuestra conciencia de esos virus que se han infiltrado en nuestra sociedad. Yo ya no los quiero cerca de mí, pues me han robado mucho espacio de cultivar lo bueno, bello y verdadero. Les invito y me invito, mirar lo pequeño que encierra lo grande, como el valor de las personas a nuestro alrededor que se esfuerzan por vivir una vida de principios. Celebremos junto a aquellos que se han cansado de la tibieza y la mentira de la deshonestidad y emprenden con sus acciones actos valerosos en lo cotidiano de sus acciones. Como por ejemplo Margarita, la microempresaria de la cafetería del Centro, quien llueve truene o ventee, llega tempranito para que todos tengan su cafecito esperándolos. Mucha gente como los porteadores públicos, el policía que dirige el tránsito en la luz de mi barrio (y lo hace bien mientras canta y baila) quien siempre está allí a la hora pico y me dice adiós con una gran sonrisa. A todos los que madrugan diariamente y cumplen con felicidad su jornada de trabajo, sin andar buscando escaparse más temprano o salir volando a la hora de salida, como si alguien los persiguiera. Creo que es la única hora del día donde muchos somos súper puntuales. A Aquellos que ponen el corazón en lo que hacen y se gozan el trabajo duro esperando por recompensa el ver a otros alcanzando sus sueños.

Gente de principios que para mí son la esperanza y a la larga creo que son los que se necesitan para la siembra, pues sin ellos (ellas), los nuevos héroes de la llanura, ni Obama por allá o Fortuño por acá…, podrán sacar del pantano del deterioro social a nuestro querido terruño.

Hoy, el Vaticano nos alerta de que si no andamos en conciencia constante con cada acto de nuestras vidas…, no habrá ni iglesias ni ponchadores que nos devuelva a la ruta de los valores y principios.

jueves, 30 de octubre de 2008

Una vez Más

Una vez más

Una vez más, el pobre llega para hacerme las preguntas que sólo el amor puede responder. En estos días me ha tocado volver a la comunidad a conocer qué piensa la gente sobre nuestro trabajo y las necesidades que les preocupan. Caminando por las calles de los sectores del barrio, me encuentro con la maravilla de la naturaleza que rodea nuestro entorno y que ha configurado la formación de la vida de la gente. Los árboles hablan de la vida centenaria de este barrio, donde habita tanta gente buena que busca abrirse camino. Sentir la acogida en cada visita, aunque no nos atiendan. Poder disfrutar ese entorno, las casas, las calles, los perros, la basura, las situaciones de la gente que nos habla de la realidad a la cual estamos llamados a responder.

Mas sin embargo, me detuvo ayer una viejita de 75 años que se encontraba sentada en su casita y que llamó mi atención cuando pude percatarme que estaba sola y con la mirada perdida. Logré verla a través de la ventana de la casita y la saludé, pero no reaccionó. Rápido me percaté que tenía problemas de audición así que entré y le pregunté si me podía sentar. Supe de inmediato que no sería una candidata para hacer las preguntas del cuestionario que debíamos llenar, pero no me podía ir del lugar...

Me contó que había nacido en Río Piedras, pero que era de Caimito, que vivía allí sola y no tenía cómo moverse por lo distante del lugar. Me habló de sus hijos que viven “por allá” en otro barrio no muy distante. Me habló de su enfermedad de los pulmones y de sus problemas con los dos oídos. Sostuvimos un rato de conversación sin palabras en la que me contó que se sentía sola y triste. Sin decir una palabra me dijo que pasaba allí sus días sentada frente a un televisor, que quién sabe si funcionaba. Que la casita poco a poco se le está cayendo en cantos pero no se queja, pues al menos tiene un lugar donde vivir. Mientras hablábamos sin hablar, pasó por allí una guagua de algún político con sus altoparlantes buscando votos. Y yo me pregunté: ¿sabrá éste de lo que se trata ser un servidor del pueblo?. Mientras la observaba, me pregunta qué podríamos hacer nosotros por esta alma que representa tantas otras que hemos encontrado en nuestro sondeo, y nos confirma la realidad de que el país está envejeciendo y viviendo el abandono de todas sus raíces.

Los muebles rotos, parte del techo caído, la cocina con defectos, lo solitario de aquel lugar y allí, esta mujer, esta vida.

Y salí cuestionándome una vez más, hasta cuando vamos a seguir un sendero que nos aleja de nuestra naturaleza humana que nos hace semejantes al amor. Pensé en tantas cosas que estamos viviendo y haciendo que cada vez nos alejan más de nuestra esencia. No pude evitar recordar la escena de locura de la compra de los plasmas y equipos electrónicos, dos días después de las fuertes lluvias de septiembre, donde muchos perdieron todo. Esa ansia que tenemos de llenarnos de cosas materiales a costa de lo que sea. Y me sentí culpable de mi ansia de vivir en un mundo que trata de arrastrarme a ese vacío materialista, dónde cada vez la persona es equivalente a un mueble que usamos, mientras nos sirve y desechamos cuando no le podemos sacar más. Y me sentí culpable porque en muchas ocasiones dejo que la corriente me arrastre hacia donde no quiero ir.

Y doña Casilda me lleva a cuestionarme mi propia capacidad de amar. Mis posibilidades de vivir la búsqueda genuina de una vida donde la persona sea parte de mi espacio y yo sea capaz de vencer los miedos que me llevan a mantener límites para protegerme. En doña Casilda vi reflejada mi inercia ante la radicalidad que requiere vivir a tono con la opción de vida que he definido. Y me vi como una predicadora hueca que a diario habla del amor y los valores, pero que muy en el fondo vivo una distancia entre lo que me pide el amor y lo que es mi realidad. Pensé en las muchas veces que no comulgo con el dolor de mis hermanos, pero pretendo comulgar con el Señor. Las veces en que me hago cómplice del sistema, asumiendo el esquema individualista donde lo mío es primero a lo del otro (a).

Hay cosas que no quiero cargar en mi mochila, porque pesan y no me dejan danzar con la vida y mis semejantes. Cargas mías y de mis hermanos, de mi pueblo que ya es parte de lo que soy, que nos alejan cada día más de esa fuerza capaz de convertir en milagro el barro. Bártulos que van desde muebles, televisores, computadoras, ropa, conocimientos, etc., hasta las fuertes cargas que nos provoca el miedo a vernos y dejarnos ver cómo somos (honestidad). Cargas como la presencia del ego que pretende que todo y todos giren alrededor de él y no tolera el sufrimiento o la incomodad. No tolera el sacrificio salvo que sea para un beneficio propio. Ese ego que nos hace armarnos de una máscara para que otros nos vean de una forma, y en el fondo se esconda lo que verdaderamente somos. Las cargas del dolor no sanado de las heridas del pasado, que nos llevan a actuar como no queremos, a protegernos de ser heridos. Nos llevan a no atrevernos a donarnos libremente hasta desposeernos. Ese maldito afán de controlar a todos y cuanto nos rodea, y que nos limita de acoger la verdad y bien que encierra el vivir en comunión con el otro. Que nos lleva a aislarnos en nuestras jaulas decoradas y a mantener la superficialidad en cuanto hacemos. La carga del vacío interior que nos lleva a beber, fumar, tener sexo descontrolado, consumir adictivamente, acumular de cuanto haya y que nos de poder, con tal de anestesiar el hambre de amor que nos acompaña.

Doña Casilda ayer me recordó, todas estas cargas de un tirón. Me hizo ver mi exceso de equipaje y que toca seguir soltando. Me recordó que mientras guarde silencio ante la mediocridad y la injusticia que nos rodea me convierto en cómplice. Me recordó que debo renovar mi sensibilidad ante la vida, con actos que van desde la gesta de acciones revolucionarias hasta la caricia más sutil, y sobre todo el atestiguar con mi presencia todo en lo que creo. Me abrió la mente a nuevas injusticias que se van gestando, producto del esquema materialista que nos guía y ante las cuales cada día tengo que plantearme mi respuesta. Que no puede haber un solo momento en que dé paso a la tentadora propuesta que nos hace el sistema de dejarnos guiar por el máximo de beneficio con el mínimo de esfuerzo.

Hoy veo en Doña Casilda la presencia del otro (a), veo una vez más como en cada encuentro con la vida, el amor sale a nuestro encuentro para recordarnos de lo que se trata. De lo que se trata nuestra realización y la de cada ser vivo que puebla la tierra. Que para lograr esa gran comunidad, que es la civilización del amor aquí y entre nosotros, hay que empezar desechando las cargas y haciendo espacio en el corazón para acoger a todos cuantos quepan en él. En especial a esos que como doña Casilda, sin hablar nos dicen con el silencio de lo que se trata nuestro paso por acá. Y que ciertamente, en la medida que brote esa liberación propia se desencadenara la liberación de otras almas , y seguirán brotando las verdaderas respuestas que nos guíen hacia el encuentro con el amor. Gracias, Doña Casilda, por regalarme un encuentro con la conciencia y lo que es el ser. Sobre todo en estos días, donde nos sentimos desamparados, porque se viene abajo la gran máscara social y económica en la que hemos visto nuestros días pasar...

Lourdes Ortiz
30 Octubre 2008

sábado, 25 de octubre de 2008

Existe un Cielo para Ellos

Hoy le pregunte a mi esposo si el cielo existe, me miro extrañado y me contesto ¿lo dudas?...

No lo dudo. Pero no estoy preguntándome si existe el cielo al que todos van. Me estoy preguntando si existe un cielo para Celso y los muchos Celsos de la vida. Un cielo para los que en este espacio de acá no logran descubrir su plenitud. Un cielo para los que les toca la senda de la muerte en su trayectoria, para unos mas larga y para otros mas corta. Un cielo para los que viven matándose y matando. Para aquellos que la vida los conduce no a los caminos de la fe y la bondad, si no que los lleva a las sendas de la calle donde todo es oscuridad y muerte. Matas o te matan. Un camino que atrapa y no perdona, un camino que entrampa mostrando “poder” y “señorío”. El señorío de sentir que en algún lugar hay un espacio donde ser parte. Donde anestesiar los pensamientos del dolor que atormentan al no sentirse amados, al no encontrar en el hogar exterior ni en el mundo interior las verdades sobre sí mismo. Un camino que dicta unas pautas por las que se vive y se muere. Y quienes lo siguen saben y pronostican a donde les conducirá, es cuestión de tiempo….

En la opción por el joven y precisamente el joven mas oprimido ya voy sintiendo demasiado cerca esta ruta de dolor. Escuchar palabras como masacrar, acribillar, apagar, guardar, prender etc. se va volviendo un lenguaje demasiado cercano. Mantener abierto un espacio para ellos cada día es más cuesta arriba, pues pocos apuestan como nosotros a la vida no importa en que condiciones nos lleguen. Mantener la opción de abrir el corazón para que ellos encuentren calor de hogar, se vuelve cada día mas angustiante, pues se trata de recibirlos para hacerlos parte de nuestras vidas. Ver toda la bondad que cada uno encierra aunque ellos no logren ver. Vivir apostando con el corazón y el vientre a que lograran reencontrar el camino, para luego tener que recogerlos en pedazos de las calles. Con golpes, sangre, tiros, amarrados, amortajados, encerrados en baúles de carros, tirados en las calles o en el mejor de los casos encarcelados.

Y no hablo del cielo para todos aquellos que lo logran. Aquellos jóvenes que junto a nosotros logran “ver” y “verse” e inician un nuevo vuelo encontrando su cielo interior. No hablo del cielo al que irán todos los jóvenes luchadores y que alcanzan la ruta de la vida. No, hablo de los Celsos, los Jonathan, los Amapola, los Cosme, los Gordos…. Esos que aquí no lo logran por más que tratamos y tratamos y tratamos….

Y me digo que tiene que haber un cielo especial para esas almas. Esas que nadie procura, esas que todos quieren ver de lejos, esas que joden hasta el último momento mostrando su grito de S.O.S que a veces llega demasiado tarde a nosotros. Descubro que cada día nos llegan mas metidos en esa ruta que parece no tener vuelta atrás. La ruta de la calle y la ruta de la oscuridad interior, la oscuridad ante esa maravilla que tienen y que nosotros les vemos desde que entran al Centro con las gafas puestas, pero que en los Celsos no logramos que ellos descubran.

Y ese cielo tiene que ser especial para ellos, pues tiene que haber tanto amor que los acurruque como niños que son. Que los arrope y acune. Que los devuelva a ese estado en que fueron creados que algunos han llamado el niño natural, la maravilla de Dios. Que les permita mirarse como verdaderamente fueron creados y experimentar la grandeza de sus vidas. En ese cielo tiene que haber tanta sana alegría que les permita descubrir que no es necesario empericarse o meterse mil palis para sentir serenidad. Para acallar la mente de las muchas mentiras que los atormentan sobre ellos mismos y el mundo. Para dejar de preguntarse porque no los quieren aquellos que deberían y porque tanto maltrato en tan pocos años de vida. Que no es necesario robar, correr a exceso de velocidad en carros o en motoras hasta estrellarse contra un poste o andar con armas para protegerse. Que no es necesario acabar con la vida de otros que al igual que ellos solo han sido víctimas. Un cielo donde ser ellos mismos y celebrar lo que son. Espero algún día poder ser invitada a pasar por ese cielo.

Hoy descubro en medio de mi dolor, que para estos chicos, por alguna razón el cielo empieza con nosotros. Que para ellos Dios puso en el corazón de Sister Isolina esta semilla de los Centros, en la mente de Joaquín esa opción preferencial y en cada uno de nosotros las fuerzas, el coraje y el amor de creer en ellos y acompañarlos hasta su paso al nuevo cielo. Para ellos el Centro es parte de ese cielo y no podemos sentirnos derrotados o perdidos. Hay una cruz que asumir me decía Ramón a mí. Y es cierto, es la misma cruz que asumió Jesús cuando decidió darnos su ejemplo de lo que implica amar sin condiciones. Y de eso se trata, de amarlos acá sin condiciones, pero concientes que les estamos regalando un pedazo del cielo que quizás hasta hoy no habían descubierto.

Celso lo vivió con la comunidad del Centro, con las intervenciones de cada día de sus muchos padrinos y madrinas. Lo vio en la convivencia y lo creyó, su rostro comenzó a transformarse. Para Celso el cielo comenzó cuando descubrió que su vida había sido un “puto infierno” y con lagrimas en sus ojos y bajo un “palito” de Santa María logro decirme “Lourdes yo soy oro”. Cuando logro quitarse las gafas y dejar ver su mirada libre de coraje. Cuando logro sonreír y abrazar. Cuando comenzó a dar consejos a sus compañeros sobre las nuevas posibilidades que el estaba descubriendo. Hicimos todo lo que pudimos? me pregunta Melissa… no lo sé, si sé que con los jóvenes nunca se logra todo lo que se quiere, pero nunca se pierde lo que se hace. Y con el no se perdió lo vivido, no se perdieron todos los intentos, todas las oportunidades, los abrazos, las llamadas, las confrontaciones, las consejerias, las reuniones, las salidas y regresos al Centro. Vivió entre nosotros antes de salir rumbo al cielo al que tienen derecho todos los hijos de Dios. Ciertamente creo que el y los otros que no han alcanzado a ser tocados por el amor- sanación en este espacio terrenal, hay un cielo especial, tan especial que no logro imaginarlo .

A nosotros toca la reafirmación; esos son los jóvenes que queremos en el Centro. Para esos existimos y por esos nos tenemos que seguir retando a descubrir cada día como sacarlos de esa ruta de muerte en la que han caído. Seguir creyendo que ellos si pueden, verlos libres, transformados y continuar la gesta de esas transformaciones. Cuando todos en los que ellos han confiado los hayan abandonado, allí estaremos nosotros. Cuando no tengan con quien hablar tendrán nuestros teléfonos y nuestro apadrinamiento. Cuando se sientan amenazados nosotros los abrazaremos y haremos lo que según nuestro modelo toque para impulsarlos a tomar la decisión a favor de sus vidas. Nos toca seguir venciendo nuestros miedos, seguir aprendiendo a sembrar paz en medio de la guerra del narcotráfico. Nos toca no acostumbrarnos, aunque cada pérdida represente un golpe. Llorar a cada uno con la indignación y el coraje de saber que perdimos otro ser lleno de vida y posibilidades. Secarnos las lágrimas, mirar los que esperan por nosotros y seguir hasta que nuestros pies ya no puedan más….

23 de agosto de 2008
No Parar

Hoy comienzo mi meditación diaria, observando una foto de periódico de los niños de Haití que Emmanuel y yo tenemos en nuestro cuarto de oración desde hace varios meses. Salió en la prensa bajo el titular “Niños Haitianos engañan el hambre con tierra”. Veo sus miradas, su ropa, sus casas, su pobreza y me cuestiono una vez más mi comodidad, mis “shoppings”, mi vestir, mi comer; en fin; mi andar por este lado del mundo en dónde toca la realización de mi espíritu.

Y brota de mi corazón la interrogante, ¿cómo logro sumergirme en la vida del pobre hasta sentirla mía? La del pobre más pobre. Ese que come galletas de tierra, mientras yo me “harto” cada día o hago las dietas más elaboradas sin lograr saciar el ansia interior. ¿Cómo puedo sentarme tranquilamente en mi cuarto de oración con velas, aire acondicionado, música? ¿Cómo hacer relajación, rezar, llorar y llenarme de la gracia de Dios, mientras ellos sólo me miran y esperan? Vuelven a mi mente los que vi en el río Jimani, en la frontera, desnudos, tristes y la petición que hice allí de poder desnudarme de los absurdos que cargo.

Ciertamente, puedo decir que hoy soy más libre, más “desapegada”. Más abierta a soltar, a aceptar, a donarme en medio de lo que me toque; a amar, a sentir que vivo de convicciones, aunque luche en medio de un sistema que trata de anestesiarme. Tengo tanto por lo que agradecer, desde la inmensidad de la creación, hasta los milagros que cada día presencio a través del mundo. No me canso de celebrar. Veo cómo se va regenerando la humanidad y van apareciendo los próceres y profetas que van mostrando caminos de esperanza. Y agradezco cada día…

Pero mi alma no me deja tranquila. Quiere ser misionera. Estando acá me hala hacia las fronteras, al desierto, al mar, dónde transitan cada día miles de hermanos (as) buscando su dignidad. Me lleva en medio de las guerrillas y guerras. Me lleva allá dónde se explota al hombre y se viola a la mujer en medio de las producciones más grandes de oro. Mi alma vuela, se hace águila y entra en comunión.

Pero no logra encarnarse, no se hace una con total entrega, algo la debilita y la aleja. Algo no me permite vivir en total radicalidad mi entrega. Quiero asumir hoy el grito de las bienaventuranzas, pero no me alcanza la fe, el valor, el coraje.

Entonces acá estoy en medio de mi vida. Una que es apostólica, sí. Una que es profética, sí. Una que no para de trabajar para arrancar el dolor de mis hermanos (as). De día en el Centro, y de noche contra el abuso sexual que es atroz en nuestra tierra. Pero no me basta. Algo me falta, y veo el rostro de los niños haitianos en esta mañana y vuelo hacia ellos. Los toco, los abrazo, los cargo, los escucho y siento su dolor. Siento que cada vez tendrán menos oportunidades. Que cada vez hay más opresión, más injusticias. Y me cuestiono, no lo que pueden hacer los que tienen el poder. Me cuestiono lo que puedo hacer yo desde acá. A qué me toca seguir renunciando, creciendo, sanando, para que mi ser transparente el amor. Para que Dios y la fuerza del universo puedan, a través de mi, seguir llevando esperanza y libertad. Dignidad, diría Sister Isolina; paz y felicidad, a través de mi mirada, el evangelio.

Creo que hay una soledad en mi interior que no encuentra compañía. En medio de la felicidad de ser amada por Dios, de una vida plena al lado de Emmanuel, cerca de tantos seres que son un don, que me inspiran y son maestros. En medio de tantos regalos y tanto crecimiento que la vida me ha dado. Una soledad, que siento sólo puede ser llenada con vida. Con la vida de mis hermanos (as). Con la siembra en mi corazón de la pregunta cada día: “ Cómo puedo ayudar a otros hoy? ¿Cómo puedo crecer al amor? ¿A qué me toca renunciar? Y vuelvo a encontrarme con el salto que me toca dar en estos tiempos. Y me siento atrapada en una red; la red de mis apegos, mis espacios, mis comodidades, mis proyectos, maneras, y por qué no, la red de mis cuentas aunque sean de $5.00. La red del control, del miedo, de la soberbia, del qué dirán .

Y quisiera morir a todo esto para vivir. Lo pido y temo, pues sé que si lo pido llegará. Pero no me queda de otra. Si de convicciones se trata, no me queda de otra. Así que lo pido y lo espero…

Abril 2008
No temas, sólo sigue teniendo fe

No resulta fácil iniciar una reflexión sobre lo que nos ha regalado la experiencia de compartir la navidad con nuestros hermanos de la Esperanza en Santo Domingo. Una experiencia sencilla de compartir la vida en medio de la vida del otro. Pero una experiencia intensa en la confrontación con nuestra insistencia de mantener unos esquemas de vida que nos oprimen a nosotros y nuestros hermanos. Los esquemas individualistas y materialistas que dictan la pauta de cómo vivir las relaciones, el trabajo, la navidad y el amor.

De primera, surge la reafirmación de que es necesaria la dimensión misionera. De que es indispensable para poder vivir nuestro llamado en Puerto Rico. Se nos mostró que nuestra principal pobreza lo está siendo el empobrecimiento de nuestra experiencia de relaciones y la falta de valor hacia la vida en todas sus manifestaciones. El ansia de defendernos y escondernos de los otros y defender nuestros “espacios”.

Pudimos compartir de manera fraternal dentro de la sencillez que viven los que aún pueden valorar la vida, pues no están entretenidos acumulando de cuanta pendejá material y emocional aparezca. El shock siempre es inevitable, aunque no sea la primera vez que vayamos, pues nuestro esquema materialista de la vida choca con esta realidad donde todo escasea.

Pude pasearme entre los pasos del Señor que habita en el rostro de estos hermanos (as) que mientras menos tienen más te dan. En cada casa visitada, lo primero era sacar sillas para sentarnos a conversar, enviar a buscar refrescos a donde fuera para servir (no para ofrecer) a la visita, hasta ofrecernos aposento en sus viviendas para que nos quedáramos con ellos el tiempo que quisiéramos. Yo en mi mente, contando los habitantes de la casita y pensando donde nos meterían, pues los que contaba casi no cabían. Dichosa manía de controlar, calcular y limitar las posibilidades del amor. Lugares donde no había agua hace días por la tormenta y reciben la luz de los pobres que es la que ni siquiera cuenta con el “inversor” que permite a algunos más ratos de electricidad. Ciertamente cada visita era una fiesta, cada saludo, cada abrazo, cada mirada, cada sonrisa era una celebración. Aún el compartir el dolor, las luchas de la pobreza no tenía ni el mínimo matiz de la quejadera en la que seguimos viviendo quienes nos creemos que el mundo debe girar alrededor de nosotros.

La vista a las lomas fue muy hermosa, unas montañas como a dos horas, subiendo por unas cuestas escabrosas por donde viven cientos de campesinos. Al llegar a lo alto casi al cielo, donde las nubes quedaban abajo y nosotros arriba, nos recibieron aquellos que hasta los frutos perdieron por las tormentas, pero no así el espíritu de acogida y servicio. Allí me comí las chinas mandarinas mas grandes y jugosas que he visto y un rico almuerzo cocinado al fogón pues no había ni luz ni gas. La naturaleza por más lastimada ante el embate de la tormenta, nos recibió con su verdor y majestuosidad. Si alguien duda de la existencia de Dios, basta subir allí y contemplar el paisaje virgen (casi virgen) que nos regala cielo, montañas, valles y mar de un tirón.

Cada día vivido, cada actividad realizada encerraba un misterio que chocaba con nuestros esquemas. En todas las casas visitadas, aunque hubiese enfermos, desempleados y problemas, nos recibían con gozo. Tuvimos la oportunidad de inaugurar un nuevo salón que la gente del barrio quería que se convirtiera en salón para el catecismo y el lugar para celebrar misas. Era una gran estructura que alguien había prestado a la iglesia, y digo grande pues en medio de aquella realidad, encontrar un salón de bloques era significativo. Nos recibieron cerca de treinta niños sentados tranquilamente y bien vestidos como para una fiesta. Allí jugamos, hicimos dramas, conversamos sobre las situaciones que afectan a las familias y les repartimos unos bastones que se disfrutaron como si fuera caviar.

El compartir con la comunidad haitiana nos exprimió el alma. Las moscas, los niños descalzos, las casas con paredes de latas de galletas, la miseria, la falta de oportunidades, la tristeza y el dolor reflejados en el rostro de la opresión y la injusticia. Experimenté mucha impotencia, sobre todo ante los niños (as) que caminaban con nosotros descalzos entre el lodo, quien sabe si más negros por su piel, por el sol o por el fango. Su lengua, el creole, que les daba sentido de territorio y el que sólo dejaban de hablar entre ellos cuando lográbamos algo de cercanía. Sin embargo, allí vi el primer milagro de la experiencia. Unos pozos que nacen de la tierra y les proveen de agua continua, cuando en toda la región no había agua hace días.

Me costó ver el signo de vida en medio de esa realidad, pero en nuestra segunda visita, los vimos tanto a los adultos como a los niños jugando y riendo sólo ante el hecho de compartir un almuerzo en comunidad. Nos compartían algunas de sus situaciones pero no a modo de queja. Un joven que tenía unas fuertes marcas en el cuello, me compartió que las obtuvo cuando el motor, medio principal de transporte, en el que viajaba con otra persona, se estrelló contra unos alambres y él cayó encima de los alambres. Me preguntó si yo sabía de algún remedio para esas marcas. Cuando le di mi respuesta, me miró con resignación y siguió con la tarea que estaba realizando.

La frontera, que fue lo que nos llevó hasta allá, fue algo difícil de procesar, algo que descalabra el alma. Casi nos aplastan en la avalancha de gente cruzando de un lado a otro cargando desde cajas de huevos, paquetes gigantes de papel de baño, comida y todo lo que uno se pueda imaginar. Cientos de toldos que parecen lugares donde no sólo venden, sino que habitan. Allí renové mi espíritu de lucha contra la opresión y he pedido que mi conciencia se haga tan grande que no me permita seguir pecando contra mis hermanos, los de allá y los de acá. Allí vi a Jesús bañándose en el río Jimani (donde la historia cuenta de una matanza inmensa de haitianos), con las mujeres y niños sin ropa y le pedí que me desnude cada día de tanto absurdo que aun cargo por dentro y por fuera. Que me permita alcanzar la mirada inocente que vi en éstos, que aunque griten y vivan literalmente en medio del caos, pueden mirar a los ojos con mirada transparente.

En medio de todo esto, nosotros fuimos tratados como reyes por las hermanas del Buen Pastor. Otras que viven de lo que les llega, pero que se desvivieron por hacernos sentir en casa y compartir abiertamente sus vidas, oraciones, trabajos y preocupaciones por el pueblo que sirven. Sin mucha estructura, ni planificación, ni control, solo con el deseo de acogernos y de hacer vida su llamado. A las hermanas, los padres y los amigos que nos recibieron siempre les estaremos agradecidos. También a las hermanas de los Ángeles Custodios con quienes celebramos la noche buena y como siempre nos ayudaron a encontarnos con el amor del niño Dios. Siempre he sabido que la experiencia de misión más que un dar es un recibir y así ha sido. Un pueblo que sufre, que ha perdido valores en medio de la lucha por la supervivencia que asfixia el mundo. Un pueblo que en medio de la injusticia ofrece lecciones sobre lo que es la solidaridad, la donación de lo que tengan, mucho o poco, la alegría del encuentro con el otro y la permanencia de la fe y la esperanza.

Una gente que ve el proceso de muerte desde otra referencia muy diferente a la nuestra, pues ni siquiera tienen funerarias para embalsamar y esto les hace tener que enterrar el mismo día que se mueren y seguir pa’ lante pues hay que seguir buscando el pan de cada día. De muertos reflexioné bastante lo que me sirvió de guía para el momento que estamos pasando con la partida de Joaquín.

Como matrimonio la experiencia fue muy enriquecedora, pues nos permitió revisar nuestras opciones y revalorizar la riqueza de nuestro amor y amistad.

Agradezco a todos (as) los que se hicieron parte de esta experiencia con sus oraciones y “ubuntus”, todos los que se quedaron pendientes, me ofrecieron consejos y nos recibieron con alegría y deseos de compartir lo que vivimos durante nuestra navidad que fue otra…

Deseo para todos (as) que podamos seguir trabajando en este año para que el amor que se hizo vida una navidad continúe renaciendo cada día entre nosotros. Gracias todos los que en el pasado año no dejaron de soñar y sembrar. Los que me regalaron su esperanza y me mostraron que todavía es posible otro mundo.
Enero 2008
Gracias Carlos

No debe ser, no es tiempo. Eres pilar, eres aliento, eres coraje para seguir las luchas. Eres amigo que no olvida, que se hace presente en cualquier momento, que celebra, que se alegra, que da.

Carlos, hoy me dicen que te mudaste. Y te veo sonriente, y te veo en la trascendencia. No logro pensar que ya no estarás entre nosotros. Corrigiéndonos, confrontándonos, animándonos, recordándonos que una vez se comienza no hay marcha atrás.

Y viajo en el tiempo. No sé, diez, quince años atrás. En aquellos inicios del Hogar Nueva Mujer dónde te conocimos. Cuando las cuatro Cagüeñas llegamos a Cayey con un sueño, y los “envolvimos en una trampa” como nos decías. Los envolvimos en una locura de la cual te enamoraste, y diste lo mejor de ti: la lucha contra la violencia hacia la mujer.

Te recuerdo en una de esas reuniones dónde íbamos a compartir nuestras ilusiones de crear un lugar de paz para la mujer, de crear un espacio para liberar de las cadenas, a tono con el carisma Mercedario. Allí estabas tú, mirando, analizando. Hasta que un día te pusiste en pie y preguntaste quiénes serían los miembros de la Junta. Al principio pensabas que estábamos locas, y creo que después lo seguiste pensando. Pero te convenciste de que Dios estaba en medio de aquella locura. Una vez te convenciste, no paraste de trabajar hasta hoy. Tú, varón, corajudo, radical, pero convencido de que el maltrato había que erradicarlo no importara dónde habitase. Ese del que todos llevamos un poco por dentro y ése que va destruyendo la vida de nuestras familias.

Recuerdo mis visitas al Banco, semana tras semana, para hablar contigo sobre las cuentas, las actividades, los líos, los niños y las mujeres del Hogar. Y recuerdo cómo siempre me recibías, tú, el gerente, tan ocupado. Me recibías no importaba lo que estuvieses haciendo. Me orientabas y, con esa excitación que te caracterizaba, corregías nuestros “ inventos” de juventud y ayudabas a encauzar las acciones. Recuerdo las conversaciones profundas, los planteamientos serios sobre diversos temas de la Institución y otros. Recuerdo tus peleas y protestas cuando las cosas no se hacían como debían. Y agradezco porque me ayudaste a madurar. Fuiste de esos maestros por los que agradezco a la vida, porque me ayudaste a dar el paso de que los sueños se volviesen convicciones. Porque con tu ejemplo me enseñaste a no claudicar cuando todo parecía venirse abajo (eso aún no logro asumirlo del todo).

Y te quedaste en el Hogar Nueva Mujer, como defensor fiel de la causa. Muchos (as) tuvimos que marchar. Pero tú no. Tú te volviste custodio, te volviste ángel. Y el Hogar siguió creciendo. Y aprendiste de propuestas, de tribunales, de feminismo, y seguiste hasta hoy.

También recuerdo tus visitas a la misión dónde me ha tocado continuar dando frutos. Cuando menos me lo esperaba llegabas por allí con tu sonrisa y tus bromas a saludarme, a darme un abrazo, a ver cómo me iba, a apoyarme y dejarme saber de tu familia, tus muchachos de quienes estabas tan orgulloso, los viajes con Vi, los negocios, la llegada de los nietos. Siempre quedábamos en volver a vernos y eras tú el que volvías. Creo que aprendiste bien la lección de Jesús sobre el amor que se da y sobre la amistad que permanece.

Hoy no entiendo tu partida, prematura en mi tiempo. En el tiempo de Dios, no hay tiempos. Sólo hay que estar listos para cuando se nos invite a la plenitud. Y siento que tú estás listo.

Una vez más me detiene la vida para hablarme, a través de tu partida, sobre esas cosas que no se pueden olvidar por más “ajoros” o agendas que tengamos. Y retomo la realidad de que cada día es el último, pues no sabemos hasta cuándo o hasta dónde nos toque por este lado. Y retomo que cada relación que valoramos hay que cuidarla y atenderla, como tú lo hacías. Que la amistad puede ser permanente no importa dónde estemos, si estamos en apertura y teniendo al amigo en el corazón. Haciéndonos presente, venciendo las barreras y las distancias. Que la vida hay que vivirla en misión, en entrega, en donación para que tenga sentido. Lo demás desaparece según llega y nos deja vacíos. Que hay que seguir aunque tengamos fallas, que a través de nuestras fallas Dios va haciendo las obras.

Quiero agradecerte a nombre de todas las mujeres y niños que de alguna manera, por tus acciones, encontraron un nuevo rumbo de mayor libertad. Quiero agradecerte el que, aún en lucha con tus corajes, abriste camino para que otros (as) pudiésemos pasar. Porque no te rendiste e hiciste de nuestro sueño, tu sueño; de nuestra causa, tu causa. Y por los momentos en que me escuchaste, que me entendiste y apoyaste en medio de mis procesos por crecer cristiana y humanamente. Me ayudaste a hacerme fuerte para poder cumplir mi llamado, primero en el Hogar y luego en el Centro. Y aunque me fui del Hogar, tú no te fuiste de mi vida. Como hermano en Cristo, estuviste allí para mí, siempre que te necesité.

Que bueno ha sido conocerte. Eres de esos que uno no imagina fuera del escenario terrenal. De esos que dejan huellas y animan a seguir. Eres de esos que son roble, siempre en pie para cobijar, que soporta con valentía , que extiende sus ramas para dar sombra. De esos que no son fáciles de tumbar en medio de los huracanes. De esos que florecen y dan vida, aún en medio de las sequías. De esos que escuchan historias y las guardan como tesoros. Qué bueno ha sido conocerte y poder haber sido llamada tu amiga.

Goza tu cielo que lo tienes merecido. Y pide por nosotros que seguimos y que queremos seguir como lo hiciste tú, sirviendo, amando, construyendo y siendo fieles al amor de Dios.

Lourdes Ortiz
21 abril 2008
Conmoción ante acusación del gobernador de la isla
Hoy nuestro país se conmueve ante el anuncio de la acusación de nuestro gobernador por cargos de ilegalidad en sus recaudos de campaña. Yo recibí la noticia en medio de una reunión con aliados en el trabajo por la juventud. Evidentemente para todos represento un vuelco en el corazón ante el compromiso de trabajo que tenemos con nuestra tierra y el escenario que esto nos pone de frente como nación. Mas allá de líneas partidistas creo que en la mirada de cada uno pude ver el desasosiego ante el presente tan incierto que tenemos frente a nosotros, cuando presenciamos como los sistemas van colapsando y arrastrando a su paso lo que encuentren.

En medio de esto la opción por nuestra gente, nuestro pueblo. La creencia de que es posible una mejor patria para todos nuestros hermanos y hermanas. Les mencionaba que para mi era alentador recibir una noticia como esa en medio de gente como ellos, que me recordaban la ruta a seguir, la esperanza de trabajar todo el tiempo contra corriente y poder mantenernos con un norte que permite creer que es posible alcanzar el sueño. Lo que muchos hemos llamado la civilización del amor….

Yo no entiendo de estos líos políticos y las cosas de las que se están hablando en la prensa, cosas que para unos son totalmente verdaderas y para otros son totalmente falsas. Cual será la verdad?


Pero que si yo entiendo y mucho, es sobre el dolor humano, y veo en todos estos rostros, de un lado y de otro, rostros de hermanos (as) atrapados en los esquemas que han pasado a sustituir nuestros valores donde lo que importa es ganar las elecciones …. También veo rostros de dolor en aquellos que luchan entre sus ideales y estos esquemas. En las familias que hacen sus día a día en medio de estos procesos que lastiman a todo y todos (as).

Lo que también entiendo es que la generación que ahora nos toca liderar el país ( no importa desde donde), tenemos una gran responsabilidad con la vida de nuestro pueblo, con el alma colectiva, por la que mas temprano que tarde se nos pedirá cuentas. Y todo esto me lanza el cuestionamiento sobre el nivel de conciencia que tengo (tenemos…) de cuan grande es esta responsabilidad

Hoy iniciábamos en el centro un nuevo grupo de participantes que han abandonado la escuela y llegan buscando respuestas. Me toco saludarles y darles la bienvenida al Centro. Me tuve que detener unos minutos a preguntarme, que les digo justamente hoy? Como les hablo del proyecto que queremos proponerles, que es un proyecto de vida, mas allá de un cuarto año. Un proyecto en cual aspiramos que ellos transformen sus heridas en el nacimiento de una nueva perspectiva de vida que les permita proyectarse como agentes de cambio primero hacia si mismos y luego hacia su entorno. Como plantearles que la meta es el desarrollo de la plenitud que como personas pueden alcanzar ( en medio de su historia y la historia de los que le rodean). Como decirles que vale la pena salirse del punto, que vale la pena asumir pautas morales que guíen sus pasos. A donde decirles que miren cuando todos sus modelos cercanos se les han caído y nacieron en la era del relativismo y las mascaras, una era donde lo malo es bueno y no pasa nada. Y cada cual define lo que esta bien o mal con el solo criterio de lo que nos convenga.

Mirándolos a sus ojos, escuchando sus razones para querer darse la oportunidad de luchar por sus sueños encontré mis respuestas. Termine recibiendo yo de ellos la claridad que no debo perder y que trasciende la debaqule del sistema. Ellos quieren amar y ser amados, ellos están en búsqueda y en espera por las propuestas, quieren dar de si ( y tienen mucho para dar) ellos desean sanar, quieren aportar, pero a los que nos toca abrirles el camino no hemos hecho suficiente por responderles.

Entonces hoy los muchachos me hablan y me cuestionan, esos que no tienen pelos en la lengua y que te ponen de frente las reglas de la calle para juzgar a los que han traicionado la confianza. Esos que ya no creen ni esperan, pues nacieron en un tiempo donde los ideales dependen del máximo de bien propio que se le pueda sacar a los todos y a todo, con el mínimo de esfuerzo no importa lo que nos llevemos por delante. Pero esos que cuando se lanzan pueden darnos cátedra de bondad, fidelidad y principios morales, aun con las pocas referencias que tienen. Esos que aun tienen la mirada transparente y con todo y sus gafas oscuras te trasmiten su ternura y su ser.

En ellos encuentro cauce para esta ansiedad que hoy me embarga, quizá porque me siento responsable del mundo que les estamos heredando, donde soy tan responsable como cualquiera de los que a veces critico. Recuerdo lo que nos planteaba un buen amigo Jesuita en estos días. Quien nos retaba a pensar en que son aquellas cosas que mantendríamos como opción fundamental de vida aunque todo se viniese abajo. Que ideales, valores, propuestas, seriamos capaces de mantener y no tranzar aunque nos quedáramos solos en la lucha. Esas que se llaman convicciones, y no dependen de gobiernos, fondos, procesos, etc. Dependen de la opción, de la radicalidad de vida, de esa conciencia que no deja dormir, de lo que en un tiempo le llamaban las causas. Hoy poca gente se los plantea, pues uno de los efectos del sistema es que nos lleva como veletas a andar corriendo de un lado para otro tras el dream de los dreams y plantearnos pocas cosas como proyecto por el cual dejar el pellejo hasta que duela.

Hoy los jóvenes me devuelven el aliento, no me dan mucho tiempo para el letargo. Sus miradas atentas y curiosas, el dolor de sus historias de vida y el verlos en pie, hacen que levante y vuelva a la carrera con mas ganas. No se hasta cuando, Sister Isolina diría “ hasta que mis pies se detengan y no puedan mas” . Yo no se si seré tan valiente ( de hecho se que no lo soy), pero no me amilano ante el dolor de mi pueblo. Porque se que este en un pueblo que ama, que lucha. Hoy en los aliados de lucha y en los jóvenes para los que existimos se me habla y se me reta a seguir…. Se me confronta con la realidad de que en medio de la incertidumbre se necesitan mas hombres y mujeres que seamos fieles a lo que creemos.
27 de marzo de 2008
El Capitolio y Yo

En estos pasados días he estado visitando el Capitolio de Puerto Rico, al igual que algunas agencias, en busca de apoyo para evitar los recortes a los fondos para los servicios que ofrecemos a jóvenes que han abandonado la escuela, y quienes en la educación alternativa han encontrado una oportunidad de redescubrir su dignidad y de salvar sus vidas de las leyes de la calle en las que a muchos les ha tocado vivir.

Luego de salir de estas gestiones, he estado manejando ciertos sentimientos que me he detenido a revisar, y que hoy les comparto, pues tengo la sensación de que no son sólo míos. El primero y más fuerte ha sido un temor, una sensación de catástrofe al escuchar las presentaciones y debates sobre el presupuesto del país, los millones de dólares de déficit y todos los recortes que hay que hacer para “cuadrar” el presupuesto. El retumbe de los mil millones de déficit que tendrá un presupuesto que aún no ha sido aprobado. El tranque de que unos no van a aprobar el presupuesto, al parecer porque otros lo proponen, o porque tiene déficit. El asunto de que no se planteen soluciones para resolver de verdad la cuestión de administrar los fondos del pueblo y la amenaza subliminal de otro cierre de gobierno para mantener el velo del terror en el pueblo.

Al cuestionar sobre los recortes a los fondos para nuestros jóvenes esos que ya ni protestan en las escalinatas, pues han perdido su fe en todo, solo se nos dice que hay que recortar pues no hay de donde sacar y responsablemente no se puede aumentar en esa área habiendo otros compromisos que del gobierno debe cumplir. Pero no se nos despacha sin antes recordarnos que el proyecto para la deserción escolar es uno cercano al corazón del gobierno y no será descuidado. Llevo días tratando de manejar el como se entiende este doble mensaje y sobre todo, el como en conciencia se les puede explicar esto a nuestros jóvenes. En especial aquellos a los que habrá que dejar fuera de los servicios ante los recortes que sufrirá el programa.

No es para menos que al salir de la casa de las leyes, una salga con cierto estado de desequilibrio emocional. Viendo de todo, protestas de los obreros (as), conferencias de prensa en pasillos, discusiones acaloradas, miradas de desinterés total, miradas de preocupación genuina.

Luego me entero de la noticia, a través de la prensa, de que mientras por una lado tratábamos de defender la educación de los que están en la calle, allí mismo se debatía sobre la dieta y salarios de nuestros legisladores, muchos de los cuales respeto y han sido grandes aliados a favor de nuestra gente. Entonces me invade un coraje que me saca las lágrimas, pues no me “cuadra” que en medio de tanta incertidumbre, alguien esté pensando en dietas y salarios, antes de atender las necesidades de justicia que nos lleven a la paz. Claro, estoy hablando de valores....

Durante los últimos tiempos he escuchado a muchos expertos proclamar que nuestro modelo económico iba a colapsar. Que cada vez era más urgente crear nuevas propuestas para incentivar la economía y trabajar en la raíz de la propuesta de ser humano y el país que queremos promover. Pensaba que “eso” no llegaría, o al menos yo no lo presenciaría. Sin embargo escuchando lo que he escuchado en estos días, me convenzo de que nos agarro la ola y no aprendimos a nadar. Y ahora toca en medio del caos construir y reconstruir. Un trabajo que mete miedo, pues al parecer hubiera que arrancar muchas raíces dañadas para que renazca la semilla. Un trabajo que requerirá nacer a nuevos paradigmas a los que pocos estan dispuestos a lanzarse.

Entonces en mi búsqueda de respuestas me digo que es momento de acudir a la Biblia a ver que nos diría Ese en quien decimos creer y cuyo nombre aparece en el tan codiciado $ “ In God We Trust”. Y me encuentro con que lo que toca es seguir “curando a los enfermos, resucitando a los muertos, expulsando los demonios (de nuestros tiempos) sanando a los heridos. Sin llevar oro ni plata, ni monedas para el camino.” Esto me lleva a pensar en mis temores y corajes ante lo que no logro entender. Me lleva a poner la mirada en todos esos (esas) que a diario veo sufrir por la falta de vivienda, educación digna, trabajo, alimento, amor. A mirar más allá, a los de las fronteras (Haití, México, Africa etc.) que me recuerdan cuál es el verdadero llamado. Ese al que no puedo claudicar si quiero sentirme viva mientras ande por acá.

Pero también, me lleva a encontrarme con la verdad de que yo vivo y estoy amarrada a este mundo individualista dónde se ha perdido la noción de respeto a la dignidad de la persona y el sentido comunitario que llevamos en nuestra esencia. Que yo también estoy inmersa en medio de esta sociedad materialista, dónde todos queremos la comodidad y el máximo de bienestar. Y me encuentro, nuevamente, ante la pregunta existencial de ¿para qué, y cómo quiero vivir? Y si estaré dispuesta a renunciar a lo que sea porque se viva esa justicia que predico. Y me doy cuenta que otro miedo que experimento es precisamente el poder renunciar a esos espacios de bienestar que vivo (que no son tantos, pero son) y a los que la mayoría de mis hermanos (as) en el planeta no tienen oportunidad. Y pienso, por ejemplo, en la joven que hace unos días, su papá adicto vendió las ventanas de su cuarto y luego la echó a la calle. Esa que esperó hasta que fuera muy tarde en la noche para colarse en la casa y poder dormir en un lugar “seguro”, pero sin que su padre se percatara que estaba allí. La misma joven que se quemó un pie y no había ido al médico, pues no tenía ni para el pasaje. Pienso en esos que vienen hasta aquí y su única comida en el día es la que reciben en el Centro. El que me llamaba de la calle el otro día, llorando, pues ningún familiar lo quería en su casa y lo único que quería era llegar al Centro, su “escuela”.

Ciertamente el sistema se nos mete por dentro aun a los que abogamos por los que no tienen voz y corremos el riesgo de perder la autenticidad de nuestras convicciones. Esto es lo que veo en el Capitolio y que el Capitolio me cuestiona a mí. Me permite entender mejor mi desasosiego, entendiendo que a parte del dolor por los jóvenes que perderán su oportunidad de educación también me brota el terror ante los esquemas que llevo instalados que no me permiten amar con total plenitud.

Y vuelve Sister Isolina en sueños, a recordarme que no seremos desamparados, que estos cuestionamientos hay que hacerlos a diario para mantener el alma descontaminada y los principios claros. Que cada vez que se profundiza en la entrega que nos pide el amor, toca renunciar a todo aquello que ocupe el espacio que por opción hemos designado para que el reino, la verdad, la justicia o como prefiramos llamarlo, sea una realidad. Y veo a Sister, renunciando a tantas cosas para seguir su llamado y a la vez tendiendo puentes, abriendo vías. La veo con sus tenis y el chaquetón crema que la acompañó en sus últimos tiempos. Cómo lograba con gran sencillez y claridad denunciar la injusticia y a la vez proponer respuestas. Unir a los divididos y crear espacios dónde todos (as) pudiesen sentirse hermanos (as) sin importar la raza, la condición, el color o las heridas.

Pienso en los jóvenes que ayer nos acompañaron al Capitolio e hicieron su protesta silenciosa al mostrar sus rostros, sus pantallas y blin blin, sus rostros de aburrimiento y ganas de salir corriendo que aquello que no era posible comprender . Admiro su conducta excelente que da cátedra sobre lo que es la educación que promovemos. También nos acompañaba una de nuestras egresadas que fue a tratar de entender eso de que fuesen a recortar los fondos del programa que a ella y sus cuatro hijos les había permitido encontrar un rumbo. Mientras trascurrían las horas en el Capitolio yo los observaba y pensaba en que nosotros no nos podemos cansar, no podemos permitir que el gusano de la dejadez que rondaba aquellos pasillos nos invada. Mientras los miraba cargaba baterías y reafirmaba convicciones.

Y vuelvo a ver la ruta en medio de mis temores y del caos que nos rodea. Vuelvo a ver mi ruta, que es la que en principio no puedo perder, y vuelvo a ver que hay que volver al Capitolio, las veces que sea necesario, para seguir defendiendo a aquellos que merecen que otros aprendamos a renunciar, para que ellos sean más plenos. Que hay que seguir proponiendo los cambios y sacudiendo el palo (como diría Joaquín) . Que hay que crecer en resiliencia y fe para que cada día veamos la esperanza que nos ronda y que hay que dejar florecer. Para que cada día aspiremos a que lo que la creación nos ha regalado, sea compartido entre todos (as) y podamos ver el gran jardín por el cual tantos buenos hombres y mujeres han laborado a través de la historia.

Lourdes Ortiz

12 junio 2008

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Bienvenido (a) este espacio de compartir aquello que me dice el amor luego de veinte años de convivir con el dolor y las luchas de mujeres y hombres en Puerto Rico y más allá de nuestras fronteras. Quienes con sus vidas me han ofrecido profundas lecciones sobre lo que es la vida y las razones para seguir apostando al amor como única respuesta...