sábado, 27 de abril de 2013

Después del tiroteo, un llamado por las abuelas



Hace unos días presencié desde mi cama la escena de un tiroteo, que asumimos fue en un residencial cercano. Ráfagas de tiros nos despertaron cual serenata de terror a las 4:30 de la madrugada de un domingo. No sé si fue más aterrante eso o lo que vimos en la tarde al pasar frente al caserío. Íbamos camino a nuestras gestiones cuando nos percatamos de que había un grupo de personas frente al caserío observando los huecos en las paredes de más de veinte apartamentos. Nos dimos cuenta que las ráfagas que habían sido disparadas esa madrugada estuvieron dirigidas a los edificios del caserío, a las casas donde vive la gente, dejando una secuela de boquetes en la paredes. Si mataron a alguien adentro, si destruyeron cosas en el interior de los hogares, si le dieron al que andaban buscando, no lo sé pues ninguna noticia al respecto escuché.

Lo que pude observar en mi ir y venir cotidiano por esa ruta fue que durante toda la semana cada uno de los apartamentos del caserío que fueron tiroteados mantuvieron todas sus ventanas y puertas cerradas. Cada vez que observaba esas ventanas cerradas, más lo boquetes en las paredes me estremecía, me entristecía y me daba una sensación de impotencia, que en nada imagino compara con la de los residentes del lugar. Ayer vi una anciana en un apartamento del tercer piso observando hacia la calle. Pasaron por mi mente como película los rostros de las familias de cada hogar tiroteado donde pudo haber viejos, niños, mujeres, hombres inocentes que han comenzado a vivir presos en sus propios hogares, en medio la nueva manifestación de la guerra del narcotráfico en nuestra isla.

En esa viejita vi el rostro de cada abuela de los que disparan o reciben disparos cada día. Sí de esas abuelas que han sido prácticamente madres, que son las que están allí cuando los padres abandonan, cuando la calle los lleva a la cárcel. Las que lloran amargamente cada vez que uno de los suyos es asesinado, las que pagan los entierros cuando no aparece dinero del mucho que se mueve “undegroud”. Y me pregunté que estaría pensando esta anciana desde su balcón lleno de tiros. Imagino porque he conversado con muchas de ellas, que alguno de sus pensamientos podría ser cómo sacar del país, cómo proteger a ese que andan buscando. Quizás podría estar pensando en cuándo volverán a buscar al que no apagaron, o pensando en los bisnietos, esos que se quedan sin padres cada vez que matan a uno.

 Entonces hay que dejar saber a aquellos que por las razones que sea, no las juzgo, han decidido correr en la calle que con las abuelas, con los hijos, nietos no se juega. Que no es posible aceptar que sus seres más queridos, los de un bando o los del otro les toque vivir siendo atacados indiscriminadamente, acuartelados, presos del terror en medio de esta guerra. Tienen que saber que la vida todavía vale, aunque en la calle importe poco. La vida de los suyos, pues veo que si esto no para seguirán las balaceras en las calles, en los centros comerciales, en los restaurantes, en los cines, las plazas y con esta nueva modalidad también en las casas donde habitan seres inocentes. Las propias familias de los que matan o mueren sin tregua en nuestro país.

 A mí me toca seguir creyendo. Creer en que el amor nos va a continuar mostrando las respuestas. Creer en mis jóvenes, esos con los que me desvelo acompañando sus vidas heridas, creer en la sensatez de los que andan en ese mundo que no puedo comprender bien, pero que nos está cobrando demasiadas vidas. Creer en Puerto Rico, en que seguiremos construyendo un proyecto de país que revierta esta locura que hemos creado. Creer que la educación seguirá abriendo, no cerrando, nuevos espacios para los jóvenes que no encuentran su lugar en la sociedad. En fin otro domingo se avecina y yo apuesto que será mejor y que mi voz junto a la de tantos otros que creemos en la vida será semilla para una nueva cosecha.


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Puerto Rico
Bienvenido (a) este espacio de compartir aquello que me dice el amor luego de veinte años de convivir con el dolor y las luchas de mujeres y hombres en Puerto Rico y más allá de nuestras fronteras. Quienes con sus vidas me han ofrecido profundas lecciones sobre lo que es la vida y las razones para seguir apostando al amor como única respuesta...