sábado, 25 de octubre de 2008

El Capitolio y Yo

En estos pasados días he estado visitando el Capitolio de Puerto Rico, al igual que algunas agencias, en busca de apoyo para evitar los recortes a los fondos para los servicios que ofrecemos a jóvenes que han abandonado la escuela, y quienes en la educación alternativa han encontrado una oportunidad de redescubrir su dignidad y de salvar sus vidas de las leyes de la calle en las que a muchos les ha tocado vivir.

Luego de salir de estas gestiones, he estado manejando ciertos sentimientos que me he detenido a revisar, y que hoy les comparto, pues tengo la sensación de que no son sólo míos. El primero y más fuerte ha sido un temor, una sensación de catástrofe al escuchar las presentaciones y debates sobre el presupuesto del país, los millones de dólares de déficit y todos los recortes que hay que hacer para “cuadrar” el presupuesto. El retumbe de los mil millones de déficit que tendrá un presupuesto que aún no ha sido aprobado. El tranque de que unos no van a aprobar el presupuesto, al parecer porque otros lo proponen, o porque tiene déficit. El asunto de que no se planteen soluciones para resolver de verdad la cuestión de administrar los fondos del pueblo y la amenaza subliminal de otro cierre de gobierno para mantener el velo del terror en el pueblo.

Al cuestionar sobre los recortes a los fondos para nuestros jóvenes esos que ya ni protestan en las escalinatas, pues han perdido su fe en todo, solo se nos dice que hay que recortar pues no hay de donde sacar y responsablemente no se puede aumentar en esa área habiendo otros compromisos que del gobierno debe cumplir. Pero no se nos despacha sin antes recordarnos que el proyecto para la deserción escolar es uno cercano al corazón del gobierno y no será descuidado. Llevo días tratando de manejar el como se entiende este doble mensaje y sobre todo, el como en conciencia se les puede explicar esto a nuestros jóvenes. En especial aquellos a los que habrá que dejar fuera de los servicios ante los recortes que sufrirá el programa.

No es para menos que al salir de la casa de las leyes, una salga con cierto estado de desequilibrio emocional. Viendo de todo, protestas de los obreros (as), conferencias de prensa en pasillos, discusiones acaloradas, miradas de desinterés total, miradas de preocupación genuina.

Luego me entero de la noticia, a través de la prensa, de que mientras por una lado tratábamos de defender la educación de los que están en la calle, allí mismo se debatía sobre la dieta y salarios de nuestros legisladores, muchos de los cuales respeto y han sido grandes aliados a favor de nuestra gente. Entonces me invade un coraje que me saca las lágrimas, pues no me “cuadra” que en medio de tanta incertidumbre, alguien esté pensando en dietas y salarios, antes de atender las necesidades de justicia que nos lleven a la paz. Claro, estoy hablando de valores....

Durante los últimos tiempos he escuchado a muchos expertos proclamar que nuestro modelo económico iba a colapsar. Que cada vez era más urgente crear nuevas propuestas para incentivar la economía y trabajar en la raíz de la propuesta de ser humano y el país que queremos promover. Pensaba que “eso” no llegaría, o al menos yo no lo presenciaría. Sin embargo escuchando lo que he escuchado en estos días, me convenzo de que nos agarro la ola y no aprendimos a nadar. Y ahora toca en medio del caos construir y reconstruir. Un trabajo que mete miedo, pues al parecer hubiera que arrancar muchas raíces dañadas para que renazca la semilla. Un trabajo que requerirá nacer a nuevos paradigmas a los que pocos estan dispuestos a lanzarse.

Entonces en mi búsqueda de respuestas me digo que es momento de acudir a la Biblia a ver que nos diría Ese en quien decimos creer y cuyo nombre aparece en el tan codiciado $ “ In God We Trust”. Y me encuentro con que lo que toca es seguir “curando a los enfermos, resucitando a los muertos, expulsando los demonios (de nuestros tiempos) sanando a los heridos. Sin llevar oro ni plata, ni monedas para el camino.” Esto me lleva a pensar en mis temores y corajes ante lo que no logro entender. Me lleva a poner la mirada en todos esos (esas) que a diario veo sufrir por la falta de vivienda, educación digna, trabajo, alimento, amor. A mirar más allá, a los de las fronteras (Haití, México, Africa etc.) que me recuerdan cuál es el verdadero llamado. Ese al que no puedo claudicar si quiero sentirme viva mientras ande por acá.

Pero también, me lleva a encontrarme con la verdad de que yo vivo y estoy amarrada a este mundo individualista dónde se ha perdido la noción de respeto a la dignidad de la persona y el sentido comunitario que llevamos en nuestra esencia. Que yo también estoy inmersa en medio de esta sociedad materialista, dónde todos queremos la comodidad y el máximo de bienestar. Y me encuentro, nuevamente, ante la pregunta existencial de ¿para qué, y cómo quiero vivir? Y si estaré dispuesta a renunciar a lo que sea porque se viva esa justicia que predico. Y me doy cuenta que otro miedo que experimento es precisamente el poder renunciar a esos espacios de bienestar que vivo (que no son tantos, pero son) y a los que la mayoría de mis hermanos (as) en el planeta no tienen oportunidad. Y pienso, por ejemplo, en la joven que hace unos días, su papá adicto vendió las ventanas de su cuarto y luego la echó a la calle. Esa que esperó hasta que fuera muy tarde en la noche para colarse en la casa y poder dormir en un lugar “seguro”, pero sin que su padre se percatara que estaba allí. La misma joven que se quemó un pie y no había ido al médico, pues no tenía ni para el pasaje. Pienso en esos que vienen hasta aquí y su única comida en el día es la que reciben en el Centro. El que me llamaba de la calle el otro día, llorando, pues ningún familiar lo quería en su casa y lo único que quería era llegar al Centro, su “escuela”.

Ciertamente el sistema se nos mete por dentro aun a los que abogamos por los que no tienen voz y corremos el riesgo de perder la autenticidad de nuestras convicciones. Esto es lo que veo en el Capitolio y que el Capitolio me cuestiona a mí. Me permite entender mejor mi desasosiego, entendiendo que a parte del dolor por los jóvenes que perderán su oportunidad de educación también me brota el terror ante los esquemas que llevo instalados que no me permiten amar con total plenitud.

Y vuelve Sister Isolina en sueños, a recordarme que no seremos desamparados, que estos cuestionamientos hay que hacerlos a diario para mantener el alma descontaminada y los principios claros. Que cada vez que se profundiza en la entrega que nos pide el amor, toca renunciar a todo aquello que ocupe el espacio que por opción hemos designado para que el reino, la verdad, la justicia o como prefiramos llamarlo, sea una realidad. Y veo a Sister, renunciando a tantas cosas para seguir su llamado y a la vez tendiendo puentes, abriendo vías. La veo con sus tenis y el chaquetón crema que la acompañó en sus últimos tiempos. Cómo lograba con gran sencillez y claridad denunciar la injusticia y a la vez proponer respuestas. Unir a los divididos y crear espacios dónde todos (as) pudiesen sentirse hermanos (as) sin importar la raza, la condición, el color o las heridas.

Pienso en los jóvenes que ayer nos acompañaron al Capitolio e hicieron su protesta silenciosa al mostrar sus rostros, sus pantallas y blin blin, sus rostros de aburrimiento y ganas de salir corriendo que aquello que no era posible comprender . Admiro su conducta excelente que da cátedra sobre lo que es la educación que promovemos. También nos acompañaba una de nuestras egresadas que fue a tratar de entender eso de que fuesen a recortar los fondos del programa que a ella y sus cuatro hijos les había permitido encontrar un rumbo. Mientras trascurrían las horas en el Capitolio yo los observaba y pensaba en que nosotros no nos podemos cansar, no podemos permitir que el gusano de la dejadez que rondaba aquellos pasillos nos invada. Mientras los miraba cargaba baterías y reafirmaba convicciones.

Y vuelvo a ver la ruta en medio de mis temores y del caos que nos rodea. Vuelvo a ver mi ruta, que es la que en principio no puedo perder, y vuelvo a ver que hay que volver al Capitolio, las veces que sea necesario, para seguir defendiendo a aquellos que merecen que otros aprendamos a renunciar, para que ellos sean más plenos. Que hay que seguir proponiendo los cambios y sacudiendo el palo (como diría Joaquín) . Que hay que crecer en resiliencia y fe para que cada día veamos la esperanza que nos ronda y que hay que dejar florecer. Para que cada día aspiremos a que lo que la creación nos ha regalado, sea compartido entre todos (as) y podamos ver el gran jardín por el cual tantos buenos hombres y mujeres han laborado a través de la historia.

Lourdes Ortiz

12 junio 2008

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Bienvenido (a) este espacio de compartir aquello que me dice el amor luego de veinte años de convivir con el dolor y las luchas de mujeres y hombres en Puerto Rico y más allá de nuestras fronteras. Quienes con sus vidas me han ofrecido profundas lecciones sobre lo que es la vida y las razones para seguir apostando al amor como única respuesta...