sábado, 13 de diciembre de 2014

Desde mi celda frente a la llegada de los 50


No puedo terminar el año sin que diga lo que han significado estos 50 años. Se lo debo a un amigo que me ha sido parte de mi historia a lo largo de varios años de amistad. “Voy a  esperar tu reflexión de los 50” me dijo hace meses.

Aquí  estoy sentada en mi celda -así le dirían los monjes tibetanos a ese espacio donde uno se vacía de todo- mientras todos van y vienen en sus paseos, compras y actividades en la temporada para mí más hermosa del año. A la celda me ha llevado este tiempo en que mi rodilla lastimada ha detenido mis pasos y me ha encaminado a descubrir y revisitar cosas obvias que han estado ahí todo el tiempo. Personas, detalles sencillos, actos de amor que me han permitido atravesar estos días con alegría y optimismo.

Aunque he celebrado la llegada de los 50 de diversas formas, ha sido este no poder casi caminar el que me ha regalado un espacio que me ha permitido viajar  al interior, a esa soledad profunda que tanto tememos. Un espacio para revisar que he hecho o no con la vida que se me ha regalado y hacia dónde deseo enfilar el norte rumbo a los 60 una vez me levante de esta caída, de la que estoy segura me levantaré con bríos renovados.

Solemos creer que siempre tendremos salud -buenas piernas para caminar- que siempre tendremos a nuestros seres queridos, trabajo etc. Pero la realidad es que vamos viviendo en medio de cambios feroces, experiencias difíciles y dolorosas con las que toca lidiar en un mundo en crisis que nos afecta a todos.

A lo largo de mi caminar he tenido gran felicidad, seres valiosos que me han aportado mucho, grandes experiencias de crecimiento. También he tenido buenas dosis de soledad, dolor, abandono, pérdidas, enfermedades al igual que mucha gente que conozco. He tenido momentos donde he sentido que no es posible seguir, que todo se viene abajo incluyéndome.

Gracias a  los ángeles del camino descubrí la única ruta que conduce a la felicidad verdadera. El camino hacia las profundidades de mi ser.  Ha sido visitando y enfrentando mis miedos, corajes, inseguridades y toda mi vulnerabilidad que he podido descubrir que detrás de ellos se encerraba una mujer valiosa y capaz. Ha sido descubriendo mis heridas y pasando por el infierno de bajar hasta ellas para curarlas que he podido descubrir el rostro bello de la niña mujer que soy.

Ha sido desde lo profundo del interior donde he encontrado la luz propia que me ha permitido ver la de los otros y encaminarme a una vida de búsqueda de plenitud, la propia y la de los que me rodean. Y ha sido desde esa profundidad a la cual solo se llega por el silencio y la soledad que he encontrado el rostro de la espíritu que ha dado vida a cuanto existe.

Han sido muchas y ricas las vivencias y personas presentes en todos estos años de mi historia. Me toca un acto de agradecimiento eterno por todo lo vivido. Agradecer por estos cincuenta años y las más de cincuenta personas que han sido compañeros de camino.   Sé que hay mucho más en lo que debo crecer pues el camino de ser persona en plenitud no termina nunca si lo que se quiere es ser feliz en vez de vivir distraídos.

Termino invitándome e invitándote a seguir esa búsqueda profunda donde se encuentran las mayores riquezas de toda la creación. En tu propia creación.    



sábado, 4 de octubre de 2014

Volver a empezar cuantas veces sea necesario.

Hemos cometido errores, todos los hemos cometido, quien esté libre de pecado que lance la primera piedra. Pero que doloroso es darse cuenta de que se metió la pata hasta el ñu. Que se tomó la decisión incorrecta y nos topamos de frente con las consecuencias. Cuántos errores cometemos los humanos en materia de relaciones personales y familiares, en asuntos del trabajo, la salud, en la vida en general. Cuán doloroso es saberse limitado, descubrir que no se tienen todas las respuestas para afrontar cada evento de la vida de manera airosa. A veces no es fácil  el poder reconocer cuando estamos ante alguien en quien no debemos confiar. O cuando estamos frente a un evento en el que no logramos ver las trampas y caemos.


Mi vida ha estado llena de muchos errores, por mis heridas, por mi carácter, por mis manías he dado bastantes traspiés en los que he salido lastimada y he pisado algunos callos. He ido trabajándome para que las caídas no me derroten por mucho tiempo y los fracasos no nublen la verdad sobre mí.

Pero como diría Nelson Mandela la mayor gloria no es caer, sino saber levantarse y en eso estriba la sabiduría humana, eso que hoy  llaman inteligencia emocional y  resiliencia. Ese arte para saber afrontar los eventos de la vida, los que sean sin que estos se conviertan en muros que nos limiten al caminar, ni cocodrilos que nos devoren en sus aguas. Poder caernos y levantarnos es una cualidad que todo ser humano posee, así fuimos creados. Pero las circunstancias de la vida, la manera como se formó nuestra autoestima, nuestra emociones muchas veces no nos permite usar esas herramientas que posemos.

Lo primero que toca hacer cuando se comete un error es reconocerlo y aceptarnos con nuestra humanidad. En vez de juzgarnos, latigarnos, maltratarnos debemos vernos como seres humanos vulnerables que cometen errores y pueden enmendar su camino. La culpa mal sana que viene desde tiempos de la infancia nos ha llevado a dos extremos, el volvernos indiferentes antes nuestros errores o el recriminarnos excesivamente. La culpa mal sana es enemiga del proceso de revisión y crecimiento que nos presenta cada evento errado de la vida. Hay que sanar la culpa, la malsana esa que es irracional y nos pone en un paredón cada vez que nos equivocamos. La otra culpa, la sana, nos ayuda a evaluarnos y enmendar el camino.

He descubierto que nuestra consciencia si la escuchamos, si la formamos,  nos permite discernir sobre todo aquello que nos da vida y lo que nos quita la vida.  Pero hay que dedicar tiempo a crecer en criterios de bien y verdad. Hay que sanar y cambiar conductas dañinas que seguimos practicando y nos conducen a caminos sin salida.

Una vez se comete la falta, el error, se lastima a alguien, hay que darse la oportunidad de caerse y aprender de la caída. Cada evento por más doloroso y escabroso que haya sido nos brinda una oportunidad de reinventarnos y asumir un nuevo rumbo de cambio, de crecimiento. De aprender a perdonarnos y pedir perdón si lastímanos a otros.  Aprender a diferenciar la paja del trigo, la semilla mala de la buena y poder mantener la confianza en uno, en los otros y volver a empezar cuantas veces sea necesario.

jueves, 6 de febrero de 2014

Entre el silencio y las palabras


Qué hago con estos silencios que no se quieren callar, qué hago con este grito mudo que me ahoga cuando no lo dejo salir. Con estas ganas de decir lo que al espacio entre palabra y palabra le toca versar.

Creo que he ido avanzando en mi propósito de acallar mis exigencias, de silenciar mi voz, de aprender el lenguaje del silencio, de entender otras formas de expresión, de dejar que sencillamente puedan haber renacimientos libres.  Creo que he logrado poner el punto al pensamiento antes que vuelva letra, y creo que aunque sea en algo he alcanzado a respetar la distancia silente que habla cada día.

Pero no, en verdad no, en verdad mi voz, mi mente, mi alma, mis palabras se siguen rebelando contra mi deseo.  Cuando menos lo espero  se vuelven lágrimas, sudor, flujo sanguíneo que invade mi profundidad y se vuelve búsqueda. Porqué eligen  mundos distantes y vedados para querer llegar, todavía es algo que no comprendo.

Hay días en que las palabras se vuelven feroces contra mi propio ser, se me traban entre lo posible y lo imposible. Se confunden con esta errática pasión que es fuente de bien y también de profunda angustia.  El mundo, mi mundo, ese que está al otro lado, que vive del lado opuesto al que se ve. Esa parte de mí que quisiera no tener, para poder ser “normal”. Para ser lo que quiero y no quiero ser.

Y en este tiempo de palabras que no se quieren silenciar, les permito salir, les reconozco su presencia, las abrazo y las dejo volar lejos, muy lejos. Creo que al final, al final, ese final que espero,  ya me dejarán en paz pues encontrarán su lugar. Mientras llega ese tiempo que llamo la promesa, sigo existiendo entre el silencio que habla y las palabras que no se quieren callar. Y sigo aprendiendo nuevos lenguajes del amor, sigo queriendo lo que recibo, lo que no recibo. Lo que es  y aún no puedo comprender.

Luego de acompañarme, me regreso al mundo de lo posible, me acallo y celebro la dicha de saberme completamente amada entre el silencio y las palabras. 

Datos personales

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Puerto Rico
Bienvenido (a) este espacio de compartir aquello que me dice el amor luego de veinte años de convivir con el dolor y las luchas de mujeres y hombres en Puerto Rico y más allá de nuestras fronteras. Quienes con sus vidas me han ofrecido profundas lecciones sobre lo que es la vida y las razones para seguir apostando al amor como única respuesta...