Mi vida ha estado llena de muchos errores, por mis heridas, por mi carácter, por mis manías he dado bastantes traspiés en los que he salido lastimada y he pisado algunos callos. He ido trabajándome para que las caídas no me derroten por mucho tiempo y los fracasos no nublen la verdad sobre mí.
Pero como diría Nelson Mandela la
mayor gloria no es caer, sino saber levantarse y en eso estriba la sabiduría humana,
eso que hoy llaman inteligencia
emocional y resiliencia. Ese arte para
saber afrontar los eventos de la vida, los que sean sin que estos se conviertan
en muros que nos limiten al caminar, ni cocodrilos que nos devoren en sus
aguas. Poder caernos y levantarnos es una cualidad que todo ser humano posee,
así fuimos creados. Pero las circunstancias de la vida, la manera como se formó
nuestra autoestima, nuestra emociones muchas veces no nos permite usar esas
herramientas que posemos.
Lo primero que toca hacer cuando
se comete un error es reconocerlo y aceptarnos con nuestra humanidad. En vez de
juzgarnos, latigarnos, maltratarnos debemos vernos como seres humanos
vulnerables que cometen errores y pueden enmendar su camino. La culpa mal sana
que viene desde tiempos de la infancia nos ha llevado a dos extremos, el
volvernos indiferentes antes nuestros errores o el recriminarnos excesivamente.
La culpa mal sana es enemiga del proceso de revisión y crecimiento que nos
presenta cada evento errado de la vida. Hay que sanar la culpa, la malsana esa
que es irracional y nos pone en un paredón cada vez que nos equivocamos. La
otra culpa, la sana, nos ayuda a evaluarnos y enmendar el camino.
He descubierto que nuestra
consciencia si la escuchamos, si la formamos,
nos permite discernir sobre todo aquello que nos da vida y lo que nos
quita la vida. Pero hay que dedicar
tiempo a crecer en criterios de bien y verdad. Hay que sanar y cambiar
conductas dañinas que seguimos practicando y nos conducen a caminos sin salida.
Una vez se comete la falta, el
error, se lastima a alguien, hay que darse la oportunidad de caerse y aprender
de la caída. Cada evento por más doloroso y escabroso que haya sido nos brinda
una oportunidad de reinventarnos y asumir un nuevo rumbo de cambio, de
crecimiento. De aprender a perdonarnos y pedir perdón si lastímanos a otros. Aprender a diferenciar la paja del trigo, la
semilla mala de la buena y poder mantener la confianza en uno, en los otros y
volver a empezar cuantas veces sea necesario.