domingo, 8 de noviembre de 2009

El viernes de los despidos

Es viernes, como una sensación particular va invadiendo el espíritu de la gente. Se comienzan a escuchar los mensajes, “por fin es viernes”, “el jangueo esperando”, “que vamos a inventar”, “por fin a vegetar”….y así sucesivamente infinidad de comentarios a mi alrededor que anuncian alguna especie de paraíso por el que se espera toda la semana.

De momento me encuentro tratando de llegar a mi casa y pareciese que estoy en medio de un lugar donde todo el mundo celebra algo. Hay más carros de los usuales a las seis de la tarde. Hay más gente en los centros comerciales aunque solo anden caminando de arriba hacia abajo. Los malls que ya celebran navidad anuncian un sinfín de cachivaches detrás de los que corremos para llenar cierta hambre que la comida no puede saciar. Hay una especie de júbilo que no entiendo a que se debe en un viernes donde miles de empleados en el país se quedan sin trabajo. Paso por el negocio de la esquina, hay tapón, mucha gente reunida en la carretera con sus cervezas y en unos coloquios que se observaban muy interesantes a la distancia, pues se ven sonrisas y movimientos de brazos como si se estuviesen narrando asuntos de interés. Me pregunto que hablaran.

De momento me sentí en otro país, donde pareciese que reinase la abundancia y la felicidad. Pareciese que no estaba en el barrio donde en unos dos meses han asesinado más de 10 jóvenes en las calles. En el país donde hace una semana ocurrió uno de los desastres ecológicos más grandes de la historia de esta isla. Donde hace unos días ocurrió una masacre de muchas de personas incluyendo niños en uno de esos negocios de la esquina de algún otro barrio. De momento pareciese que toda la problemática social, económica y moral que nos va llevando rumbo al barranco se transformase en el país de las maravillas.

De regreso a casa vine cuestionándome si soy yo la enajenada o que pasa a mi alrededor. Este viernes en particular deberíamos estar como pueblo solidarios con nuestros hermanos. Deberíamos andar cuestionándonos como van a sobrevivir todas esas familias que se quedan sin salario. Deberíamos estar atentos a la recesion económica que sigue afectando al mundo y que nos indica que hay que hacer ajustes porque estamos en medio de cambios y crisis. Lo peor dentro de mi miope manera de ver las cosas, no está en los despidos, no está en los tanques de petróleo que se quemaron y el israelita que no les dio mantenimiento. Lo peor está en la conciencia. En esa actitud de “a mi plin” que nos caracteriza donde después que lo mío esté bien lo de los otros a “Dios que reparta suerte”. Esa manera absurda como asumimos la vida, el trabajo, las relaciones en función de lucro y el gusto personal. Ese querer vivir para los quince y los treinta donde poder beber, escocotarse y olvidar las penas con lo que sea, como si fuera mágico. Como si alguna poción liquida o unos minutos de placer carnal o una compra en macys pudiesen hacer que todo cambiase o se olvidase el dolor. Ese que de alguna forma todos cargamos como parte de la historia y de las propias heridas, pero que preferimos evadir aunque nos lleve a dobles vidas y conductas dañinas para nosotros y los otros.

Y en mi casita acurrucada con mi esposito siento miedos, no a la crisis externa sino las crisis internas, esas sombras con las que los “hombres” no quieren lidiar y que nos siguen matando el espíritu, la sanidad mental, el jubilo fundamental, la esencia de ser humanos. Esas sombras que esconden la maravilla de cada persona y que han llevado a situaciones de destrucción y desesperanza. Esa parte de la humanidad que veo aunque no quiera ver y que he decido acompañar, aunque me lleve a valles de sombras. Y me digo que no debo temer, que no voy sola. Y tomo un vino compartido con una gran dosis de amor y me rindo al Creador, a la fuente de la vida que conoce todo y sigue ayudándonos a tejer los hilos de la historia que los humanos nos empeñamos en enrredar...

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Puerto Rico
Bienvenido (a) este espacio de compartir aquello que me dice el amor luego de veinte años de convivir con el dolor y las luchas de mujeres y hombres en Puerto Rico y más allá de nuestras fronteras. Quienes con sus vidas me han ofrecido profundas lecciones sobre lo que es la vida y las razones para seguir apostando al amor como única respuesta...