sábado, 3 de diciembre de 2011

Otra Navidad sin visitar tu casa




Iniciando este tiempo de preparación para la Navidad han pasado por mi mente todos los gratos momentos que tu presencia me ha regalado.

Viajo a tu vecindario, a ese lugar donde siempre me recibes con los brazos abiertos. Camino por tus calles y me encuentro a tus muchos niños que sonríen y me abrazan en cada visita con más amor.
Me invitas a tu casa donde no falta lo principal a pesar de que faltan algunas cosas que entre los vecinos de mi calle son consideradas esenciales para vivir.

Me ofreces de todo lo que tienes, me ofreces posada, me ofreces canciones muy alegres aunque algunas no las entienda. Conversamos largamente, tú en tu lengua y yo en la mía, y nos deseamos todo lo bueno que el ser humano puede alcanzar.

Me lleno de tu alegría contagiosa en medio de una lejana tristeza que me llega desde lo profundo de tu ser. Salimos a caminar, me muestras la nueva escuela que están levantando en la comunidad. Me conversas sobre la manera determinada en la que las mujeres siguen trabajando para buscar el pan de sus hijos. Me llevas a los pozos, ese lugar respetado de donde brota gratis el agua para todos, en tiempos donde comienza a escasear.

También conversamos de la situación de injusticia que amenaza la vida de tu gran familia. Me compartes tus ilusiones y esperanzas, me pides que no te olvide. Que tus sueños no se alcanzarán si otros no llegan hasta tu puerta. Que tus niños no podrán estudiar si no llegan buenas personas a compartirles el pan de la enseñanza. Que los techos de las casas comienzan a derrumbarse por las lluvias y las latas de galletas con que han sido construidos no detienen el agua que se cuela por las rendijas del techo.

Pero de momento cambias el tema y me hablas del asopao que han preparando en honor a mi visita. Me cuentas como se han dividido los ingredientes entre todos, me llevas al fogón donde el gran caldero ya está hirviendo. Los niños corren descalzos mientras juegan con carritos de lata y una gran algarabía se siente por todo el barrio.

Casi me olvido que tu casa queda en un batey de haitianos en la frontera, donde muchas veces toca arroparse con el hambre. Las medicinas son inexistentes y la pobreza material hace que el alma sufra ante la falta de lo mínimo para una vida digna. Mientras en mi pueblo seguimos derrochando.

Sin embargo allí se sigue viviendo algo único, que por alguna razón me suena cercano a lo que Jesús vivió cuando nació en el pesebre. Un cierto despego, una disposición de ver en el otro el mayor regalo. Una alegría serena que aún no alcanzo a comprender desde mis esquemas materialistas.

Y definitivamente mi Navidad no será igual sin poder visitar tu casa, pero sé que aunque no nos encontremos en esta Navidad, en tu casa habrá un espacio para mí.



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1 comentario:

Enilda dijo...

Me encanta lo que haces, eres afortunada, no hay duda que tu vida esta llena de bellos matices, unos acompanados de dolor, otros de alegria, pero no hay duda que se convierten en fuertes emociones que iluminan tu paso por la vida y a su vez nos ayudas con tus experiencias de vida a reconocer cuanto tenemos que agradecer a Dios.

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Bienvenido (a) este espacio de compartir aquello que me dice el amor luego de veinte años de convivir con el dolor y las luchas de mujeres y hombres en Puerto Rico y más allá de nuestras fronteras. Quienes con sus vidas me han ofrecido profundas lecciones sobre lo que es la vida y las razones para seguir apostando al amor como única respuesta...