martes, 21 de diciembre de 2010

Mi cámara y el Pesebre

Hoy lloré al ver una foto que tomé en Guatemala hace unas semanas.

Esa noche caminaba tomada del brazo de dos curas que se han vuelto parte de mi historia y que trabajan en esas tierras que tanto significado han cobrado para mí. Caminábamos por la ciudad Antigua en el área del mercado. Mis emociones andaban revueltas ante el encuentro con la realidad del pobre que siempre me toca el corazón.

Andaba con mi cámara y con mis impertinencias de llevar grabado todo lo vivido comencé a retratar los puestos de frutas y víveres. Sorprendida de que apenas empezando noviembre por aquellas tierras al igual que por acá ya estuviesen vendiendo cachivaches de navidad. Y no en Kmart ni Wallmart sino en puestitos de madera y zinc.

Hoy me percaté de una de mis fotos donde pretendía retratar un puesto de frutas que atendía una mujer indígena. Me quedé sorprendida al descubrir en la foto, que la mujer salió con el rostro cubierto por un paño. Y sentí una profunda vergüenza ante mi osadía de tomar aquella foto con tal rapidez que ni siquiera pensé en pedir su permiso, peor aun ni siquiera me percaté que se estaba tapando la cara mientras yo la retrataba.

No sólo sentí vergüenza, también sentí que por más que digo tener solidaridad con mis hermanos en necesidad. Por más que hablo de la justicia social y la erradicación de la pobreza, en ese momento fui indiferente ante la realidad que tenia frente a mí. Pasaron por mi mente tantas cosas sobre la vida de esa mujer que en aquel momento ni me imaginé. Pensé en su historia, cuánto dolor habría pasado en su crecimiento, pensé en sus condiciones de vida, la pobreza que está acabando con el pueblo indígena que tanto ha aportado a la historia de Guatemala.

Pensé en sus hijos y en las muchas horas que tal vez tenga que invertir en el mercado para poder sostenerlos. Pensé en su vivienda, su salud, su educación, su relación de pareja en un país donde la violencia doméstica también es parte del pan de cada día. Así mismo pensé que podría ser una mujer realizada, feliz y llena de esperanzas, sólo Dios y ella sabrán.

Y yo con mi cámara me atreví a invadir su vida, yo que he defendido la dignidad de todo ser humano pero en especial de la mujer oprimida. Quizás estaba tan ensimismada en mi viaje por aquellos lares que me olvidé en ese momento de la sensibilidad que requiere pisar esos lugares santos donde el pueblo pobre hace la lucha de cada día.

Lloré frente a mi necedad y ante el dolor del pueblo Guatemalteco. Lloré ante el respeto que merecen mis dos amigos curas y otros amigos (as) que trabajan a brazo partido en este y otros países con aquellos que han sido llamado los preferidos.

De viaje lloré por los niños que vi en las calles vendiendo todo tipo de cosas y pidiendo dinero, con rostros que reflejaban tristeza y quien sabe si hambre. Por las siembras que vi y los sembradores (as) metidos dentro de ellas a puro sol helado, para cultivar lo que tal vez venderían en el mercado. Lloré por todos los pueblos donde la injusticia ha tomado forma cotidiana hasta el punto de retratarla descaradamente sin siquiera reflexionarla.

Y por qué no decirlo, también lloré por todos mis excesos, por este materialismo que pone por encima de la persona hasta una cámara y que se empeña en seducirnos llevándonos a perder el amor por nuestros pueblos hermanos, mientras hay tantos niños, mujeres y hombres con hambre y sed de justicia. Materialismo que tiene variadas formas y que nos ha llevado a vivir para alimentar nuestra propia hambre de felicidad con todo tipo de cachivaches como los que vi en aquel mercado.

Comparto contigo mi reflexión a modo de confesión, pues como decimos a los muchachos en el Centro, hay que reparar la deshonestidad y sería deshonesto haber descubierto esta falta y permanecer indiferente. A través de ti hago llegar a mi hermana indígena y a los miles de pueblos indígenas y campesinos mis respetos y mi agradecimiento ante la renovada conciencia que hoy me regalan.

De viaje aprovecho para purificar mi pesebre de cara a una nueva Navidad que nos proclama que es entre esos pueblos precisamente que el Salvador eligió nacer…

Lourdes Ortiz

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Bienvenido (a) este espacio de compartir aquello que me dice el amor luego de veinte años de convivir con el dolor y las luchas de mujeres y hombres en Puerto Rico y más allá de nuestras fronteras. Quienes con sus vidas me han ofrecido profundas lecciones sobre lo que es la vida y las razones para seguir apostando al amor como única respuesta...