domingo, 31 de enero de 2010

Suéltate!

Cada vez que visito al médico Ruso Chino que me endereza los entuertos de mi espalda tengo que despojarme. Hoy estuve con él y mientras me quitaba, los aretes, la cadena, las sortijas, el reloj, los zapatos etc. me vino a la mente el pensamiento de los excesos de equipaje que cargo y de los cuales estoy determinada más que nunca a descalzarme. Mientras esperaba por el masajista repasaba que últimamente he tenido la mente demasiado cargada de ideas y emociones toxicas que me alejan del espíritu de bien, que me confunden y restan fuerzas. He permitido que la claridad que poseo sobre lo que es el amor de Dios se me enrede al no comprender cosas, sucesos y personas que me rodean. He pospuesto decisiones, acciones y nuevos senderos por miedos, por esperas y resistencias al cambio.

De momento en el silencio de aquel cuarto sentí cerca de mi oído una voz diciéndome Suéltate! Y literalmente quise salir a caminar descalza y sin nada encima. Pero me di cuenta que lo que me toca descalzar está muy muy adentro de mí. Recordé que hace unos días alguien me decía que yo le había hecho un exorcismo y que se sentía mucho más libre. Pensé que ese mismo exorcismo que no es otra cosa que combatir las mentiras y los miedos que nos paralizan y encadenan, era lo que yo estaba necesitando.

Para enderezarme la espalda el pobre hombre hizo un esfuerzo extraordinario, era como si estuviese exorcizando los músculos y huesos, lugar a donde van a parar todas mis tensiones y preocupaciones. Las reales y las imaginarias. Al salir de las manos de Jackub miré el cielo y observé a la luna escondida entre las nubes y con una forma que parecía precisamente una de ellas. La luna me mostró como hay que cambiar de forma y revestirse del nuevo amanecer. Como hay que dejar atrás el día que pasó y gustar cada experiencia que nos llega ante la llegada de cada nuevo día. Y algo se desató en mi mente y lo experimenté. De camino al trabajo, aunque iba tarde, ayudé a un anciano a buscar una gasolinera pues estaba casi sin gasolina y se había detenido, lo llevé al barrio y luego le expliqué como regresar a la avenida. El no dejaba de mirarme sorprendido y me preguntó porque lo había ayudado, a lo cual contesté “porque ambos somos hijos de Dios”. Mi respuesta me confirmó que algo nuevo me estaba regalando Dios en este día para poder donarme más.

El día corrió con su natural fluir, pero sentí de manera especial, cada abrazo, cada juego con los nenes del Centro, cada frase positiva que me regalaron, así como cada momento de conflicto y cada desvarío. La cena con mi amado fue extraordinaria a pesar de ser muy sencilla. Me sentía como una reina y justo hoy celebrabamos el amor que se nos ha regalado.

En la tarde reflexionaba en que luego de cada combate con el mal, toca una nueva gracia y vino a mente la palabra metanoia y sentí este deseo del deseo (San Ignacio) que anhelo siga creciendo dentro de mí y para lo cual debo estar dispuesta a desprenderme de todo.

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Bienvenido (a) este espacio de compartir aquello que me dice el amor luego de veinte años de convivir con el dolor y las luchas de mujeres y hombres en Puerto Rico y más allá de nuestras fronteras. Quienes con sus vidas me han ofrecido profundas lecciones sobre lo que es la vida y las razones para seguir apostando al amor como única respuesta...